¿Sabías que las personas optimistas tienden a llegar siempre atrasadas? ¡Así es! Aquella tendencia a ver la vida en la forma más positiva, tiende a pasar la cuenta a la hora de cumplir con compromisos y citas. ¿Por qué? ¡Simple! Este tipo de personalidad prepara sus salidas ¡con todo el tiempo del mundo!, pues está segura de que va a llegar igual.
Así, la persona alegre y optimista no se hará mayor problema a la hora de levantarse, ni tampoco abandonará sus duchas de media hora, porque está convencida de que el tiempo la acompañará. Pero los minutos transcurren con perversa rapidez y casi no nota como ¡se atrasa horrores!, más aún procura mantener el entusiasmo.
Y como la Ley de Murphy nunca falla, sucede que toma el metro y éste va a tropezones, sube a la micro y ésta queda en panne, trota y se dobla un tobillo, etcétera. Full acontecido, al optimista sólo le falta que lo abduzcan los marcianos mientras va rumbo a su cita. ¡Le pasa de todo! Y mientras, procurando no dejarse llevar por la ira, piensa que salir del metro le permite contemplar del paisaje; bajar de la micro lo dejará disfrutar la brisa y haberse luxado el pie lo ayudará a descansar un poco, pues ya estaba agotado. Así, sigue intentando ver “lo positivo”.
Lo cierto es que al final, por milagro o quizás qué, su retraso tiende a ser mínimo. Su cita lo espera e incluso ¡puede que llegue más tarde que él! Así, no habrá razón para perder el optimismo y ser más precavido la próxima vez.
Aunque esta relación entre optimismo / puntualidad está acreditada por la Universidad de San Diego. Habrá que creerla, pero si quedan dudas, basta con mirar a tu alrededor y ver a tu amiga, a tu pololo o incluso ¡a ti misma! y reconocer si a veces pecas de ser demasiado optimista.