Dicen que pocas cosas provocan más excitación en un hombre que los disfraces sexies. Es más, a nosotras mismas nos desinhiben, al permitirnos interpretar un rol distinto en la intimidad. Las relaciones de sumisión/dominación o inocencia/experiencia son las fantasías que ¡la rompen!, por lo cual no es de extrañar que el disfraz de colegiala sea el fetiche más recurrente.
En lo personal, siempre me ha costado trabajo entender cómo un adulto puede encender sus pasiones ante alguien que caracteriza a una adolescente. ¡Pero bueno! Se entiende como parte del juego erótico normal y sano en una pareja, siempre y cuando no constituya una condición sine qua non para que él se excite (porque si es así, ¡qué susto!). El punto es que la diputada Karla Rubilar pensó algo similar y está planteando la idea de que este disfraz deje de comercializarse en el rubro de la lencería. Es más, presentó un proyecto de ley que lo impediría, aduciendo la necesidad de dar un corte al “activismo pedófilo”.
Si bien es cierto que la erotización del uniforme escolar no es aceptable, quizás pensar en que una ley se ocupe de estos menesteres sea un tanto excesiva. Sobre todo porque en la alcoba - mientras no se transgredan las leyes ni el respeto - cada pareja juega como quiere. Aunque convengamos en que no deja de ser preocupante sexualizar la adolescencia: no todos tienen el criterio o la salud mental para comprender que se trata de una representación entre adultos.
Y ustedes, ¿están de acuerdo con la medida? ¿Qué opinan de este tipo de disfraces?