Las mujeres tendemos a estresarnos y angustiarnos con los pequeños detalles de nuestro día a día. Desde que despertamos comenzamos con una serie de pensamientos negativos hacia nosotras mismas y hacia los demás. Es cosa de ir al baño y mirarnos al espejo para comenzar a criticar nuestro cuerpo: “mira esas ojeras”, “vaya que estoy gorda”, “odio mis caderas”, “no debí comer tanto en la fiesta de ayer”.
Después, cuando vamos camino al trabajo o a la universidad, empezamos una nueva tanda de negatividad: “siempre llegas tarde”, “siempre hay un taco enorme”, “odio a mi jefe”, “no sirvo para esto”, “debí estudiar más para la prueba”, etc. Estas cortas pero persistentes frases rondan nuestra cabeza como la abeja ronda la flor, y son capaces de arrebatarnos lo que podía ser un muy buen día.
Así, nuestra vida se transforma en un campo de batalla contra la balanza, los amigos, la familia, el dinero, ¡y hasta contra nosotras mismas! Nos sentimos culpables e inseguras porque no logramos alcanzar aquella loca perfección en cada meta que nos imponemos. Lamentablemente, creemos que mientras más pensemos en los problemas, más rápido se solucionarán. ¡Falso!
Mientras más gorda pienso que estoy, peor me siento. Y mientras peor me siento, más ganas me dan de comer. Y mientras más ganas me dan comer, más probable es que vaya y me compre una pizza familiar sólo para mí. ¿Ves cómo pensar negativamente nos coloca en un círculo vicioso? ¿Entonces por qué lo seguimos haciendo?
Tenemos que comenzar a trabajar en nuestra felicidad. Si nos halagáramos tanto como nos criticamos, nuestra vida sería muy distinta. Siempre que le pregunto a las personas cuál es el porcentaje de “malos pensamientos” versus los “buenos pensamientos” que tienen en el día, la mayoría me dice algo así como un 80/20. ¡Imagínate! El 80% de sus pensamientos son del tipo “me odio y te odio”. ¿Terrible, no?
Pero tu vida no tiene porqué ser así. Con atención y práctica puedes revertir tu porcentaje a 20/80: 20% de pensamientos negativos y 80% de pensamientos positivos. Todas las personas somos capaces de entrenar nuestro cerebro para adoptar una visión de mundo alegre, optimista y que nos permita avanzar hacia un mayor bienestar. Así como aprendiste a caminar o a andar en bicicleta, ¡también puedes aprender a ser una persona más feliz!
La próxima vez que despiertes y vayas al baño, mírate al espejo y destaca lo mejor de ti: “qué lindo pelo tengo”, “me gusta el color de mi piel”, “mira esa boca tan sexy”. Rompe con el hábito negativo de siempre, y reemplázalo con uno bueno y productivo. Mientras más practiques, más fácil será.
Y tú, ¿trabajas por tu felicidad?