Es un buen hombre, tiene una paciencia infinita, me hace sentir especial y única. Sé que me ama, pero también sé que tiene otro amor: uno que quizás sea más grande que el que me tiene y por el que podría llegar a cambiarme... Su consola. Con ella puede pasar ¡horas!, noches enteras jugando sin levantarse más que para comer algo o ir al baño. Mientras tanto, yo me resigno a verlo o tristemente, duermo.
Esa era mi historia. Hasta hace unos años, mi novio era un adicto a los juegos de consola y también de computador. Resultaba muy triste hablarle y saber que en realidad no era mi voz lo que escuchaba, sino sólo un murmullo. Por lo mismo, opté por idear un muy buen plan de acción para "alejarlo" un poco de eso y poder compartir más: utilicé el viejo proverbio de "si no puedes contra él, únete".
Siempre me gustaron los juegos, pero nunca llegué a los niveles de vicio de mi novio. Valiéndome de eso, me metí en su mundo, empecé a jugar sus juegos y a pasar mucho tiempo con él. Constituimos equipos - es lógico que intenté jugar muy bien - y llegué a ser "una más del grupo". Ya totalmente integrada, de repente le decía que ya no quería más consolas; que en esa oportunidad prefería ver películas o salir. Él empezó a darme la razón y cedió en diversificar nuestras actividades.
Personalmente me considero una mujer fuerte, feminista y empoderada, pero siempre es bueno consensuar un poco cuando hay amor. Conozcan "el mundo" de sus parejas; hagánse respetar, pero también respeten su espacio. Además, a los hombres les enciende una mujer gamer. Es algo así como un fetiche, así úsenlo a su favor para coquetear y celebrar la victoria en el juego con alguna sexy idea. ¿Se animan?