Cuando una persona hiere nuestro orgullo, somos capaces de hacer muchas cosas. Algunas veces el "actuar" nos hace sentir bien y liberadas, pero otras veces nos damos cuenta que actuamos desde el despecho y prontamente nos arrepentimos de nuestras palabras y/o actos. Así es: el despecho nos lleva a hacer locuras. Es una sensación más grande que nosotras, algo que nos obliga a actuar.
Te diría que con el tiempo uno madura y aprende a contar hasta 10 antes de cometer algún arrebato. Pero la verdad es que aún después de años, sigo dejándome llevar por mi enojo. Intento respirar, relajarme un poco, pero soy demasiado “picota”.
Por lo mismo - y como seguramente ya habrás adivinado - he sido infiel por despecho. No puedo decir que me arrepiento, primero porque lo pasé bien, y segundo porque ahora sé que, además del buen rato, no gano nada más. De hecho, salgo perdiendo. Mi pareja era un hombre sensible que, en cuanto se enteró, no logró perdonarme.
Pero deja que te cuente la historia. Recuerdo que llevábamos tres meses de pololeo y había comenzado a notar que mi príncipe era algo coqueto. Al principio no me preocupó ni me molestó, ya que pensé que se le pasaría con el tiempo. Pero no fue así. De hecho, cada vez que salíamos a carretear, notaba que abrazaba demasiado a sus amigas. Además, les dejaba mensajes muy “cariñositos” en sus muros y fotos.
Un día, ocurrió lo inevitable. Me enteré de que se había estado besuqueando con una de sus amigas en una fiesta. Como sólo fueron besos lo perdoné, pero ya sentía que había aguantado demasiado. Estaba despechada y lista para volver a emparejar la balanza.
Le conté la historia a mi mejor amiga. Ella, siempre tan linda conmigo, me dijo que tenía un amigo que andaba buscando algo de una noche. Vale decir que todo esto lo comentamos en un carrete y, debido a las copitas demás, le dije que sí altiro. El chico en cuestión me agregó a Facebook y acordamos salir esa misma semana.
Y aunque yo estaba pololeando y se suponía que sería algo de una sola noche, preferí seguir la regla de las “tres citas”. Y la tercera fue la vencida. Sentí que había saldado las cuentas pendientes y que ahora podría continuar mi relación sin rencores. El único detalle fue que mi pata negras express no era nada discreto, y al final mi pololo se terminó enterando. Y aunque - según yo - él no podía recriminarme nada, de todas formas decidió terminar nuestro pololeo.
¡Me quedé sin pan ni pedazo! Por eso te digo, amiga mía, habla las cosas con tu pareja. Quizás si yo lo hubiera hecho, mi despecho no hubiera sido tan grande y no habría terminado siendo infiel. Era una linda relación y siento que terminó antes de tiempo.
Y tú, ¿has sido infiel por despecho?