Las personas somos seres adaptables, algo así como camaleones que se mezclan según sean las circunstancias. Es por eso que cuando recién entré a la universidad, cambié radicalmente mi forma de ser ¡casi sin darme cuenta! Mi familia me molestaba hasta porque, según ellos, había modificado mi tono de voz. Y cuando hace unos años mi novio, recién titulado, entró a trabajar en una prestigiosa empresa, ¡fui yo quien comenzó a molestarlo!
Y es que poco a poco empecé a notar algo distinto en él. Los primeros meses se quejaba porque sus compañeros de piso tenían todos entre 40 y 50 años, y sentía que no lograba conectar con ellos. Sin embargo, con el tiempo, no sólo dejó se quejarse, sino que también comenzó a salir con los que terminaron convirtiéndose en buenos amigos.
El camaleón entró en acción y me arrastró con él. De pronto me encontré en almuerzos de día sábado, parrilladas de día domingo y fin de semanas en la playa (de esto no me puedo quejar). Al principio era agradable, ya que me recordaba mucho los momentos con mi familia. Pero con el tiempo las diferencias entre nosotros comenzaron a hacerse visibles y no todo era color de rosas.
Primero apareció el tema del dinero. Estos hombres y mujeres tenían carreras consolidadas y estables, con una buena remuneración mensual. Yo aún estaba “afirmándome” y mi novio recién llevaba algunos meses en la empresa, por lo que nuestros sueldos no alcanzaban para los costosos panoramas de estos nuevos amigos. ¿Se imaginan gastar 50 lucas, todos los fines de semana, sólo en carne y cerveza? ¡Ya comenzaba extrañar el vino en caja de la universidad!
También comenzó el asunto de la “presión social”. Era como volver a mi adolescencia, cuando ese molestoso tío me preguntaba sin parar: ¿y cuándo el pololo? Aunque ahora la pregunta era algo así como: ¿y cuándo el anillo? ¿Y cuándo los hijos? ¡Dios me libre! Aún somos muy jóvenes. Con suerte me visto y me cocino, vamos con calma.
Finalmente, estaba el hecho de que ¡éramos muy diferentes! Yo quería bailar un reggaetón y ellos querían cantar Pimpinela. Yo quería comentar sobre el guapo Bali Bey de El Sultán y ellos querían hablar sobre sus hijos y sus malas notas en el colegio. Yo quería tener una loca noche de aventuras y ellos querían sentarse a tomar vino y charlar de la vida. De vez en cuando es divertido, pero cuando se convierte en el pan de cada día se hace ¡demasiado aburrido!
Por suerte, había una parte de mi novio que seguía siendo “joven”. Si bien le acomodaba mucho estar con personas mayores que nosotros, a veces me acompañaba a un pub y lo pasábamos de maravilla. Decidí repartir mi tiempo y no hacerme mala sangre: un fin de semana iba a una tranquila playa, y otro fin de semana dejaba los pies en la pista.
Y tu chico, ¿con quiénes se siente mejor?