¿Has sentido un apetito insaciable y ganas de calmarlo con dulces, hamburguesas o cuanta chanchería encuentres en el comercio? Este “atracón” puede tener su origen en dos cosas: 1. un apetito voraz, producto de que saltaste tu almuerzo y no has probado bocado durante el día o 2. la ansiedad. Sin embargo, ¿cómo reconocer cuando se trata de la segunda? En Fucsia te contamos:
1. Has pasado por periodos de estrés o insatisfacción con algún aspecto de tu vida. Ambos factores expuestos son clave en la génesis de ansiedad, la cual te lleva a la compulsión irrefrenable por comer a deshoras, aún cuando hayas tenido un almuerzo “cototo”. Si estás viviendo alguna situación angustiosa o de profunda frustración, atenta a tus hábitos alimenticios.
2. Glotonería fuera de horarios: Si sientes la irresistible necesidad de comer un pastelillo ¡a las 12 de la noche! o bien, engullir una exquisita hamburguesa cuando sales del trabajo (pese a haber tenido un cuantioso almuerzo) ¡mucho cuidado!. La compulsión por comer en cualquier momento y aún a pesar de tener el estómago lleno es un signo de que estás comiendo por ansiedad. Busca un snack saludable y procura hacer caso omiso de ese antojo tan catete como poco saludable.
3. Almorzaste bien y aún quieres más: Como ya se dijo; si tuviste todas tus comidas, en abundancia y variedad, mas aún así quieres comer sin parar como un traga-traga, presta atención a tu cuerpo. Es probable que no sea tu estómago el que te esté pidiendo comida, sino tu cerebro. Al estar sometido a un fuerte estrés, lo que tu sistema nervioso busca no es saciar las necesidades nutricionales de tu cuerpo, sino la sensación de placer que te provoca consumir algo que te agrada, deleite que a su vez disminuye el estrés.
Si detectaste que es tu caso, lo que debes hacer es procurar relajarte. Para ello, puedes valerte de ansiolíticos naturales (como un té de melisa) y evaluar la disminución de tu ritmo de vida, reemplazándolo por otro más pausado. También te ayudará no limitarte conscientemente, ya que eso generará más angustia ante la idea de no poder satisfacer tu capricho. Prueba con snacks saludables - como frutos secos o el cereal de fibra - y procura mantener pensamientos alegres mientras estés comiendo, alejando de la mente tus preocupaciones. De este modo, la ansiedad por engullir todo a tu paso disminuirá.
Por último, si sientes que no puedes con este problema, debes consultar a un especialista. Él, tras descartar que tu trastorno se deba a parásitos intestinales - como las cándidas - prescribirá el tratamiento adecuado para ti.
Y bien, ¿estás comiendo por ansiedad o auténtico apetito?