Pronto comenzará uno de los periodos que más disfruto: aquel en que los calendarios del año entrante se toman las calles, permitiéndote escoger entre una amplia variedad de paisajes e imágenes de animales. Sé que puede sonar arcaico, pero en mi casa no puede faltar uno de estos artilugios y aún más, asumo su elección como un auténtico ritual.
Y es que escoger un calendario para el siguiente periodo, para mí, dista mucho de ser casual o antojadizo. Me preocupo de cada detalle. De partida, la tipografía no tiene que ser tosca y la imagen impresa debe ser significativa, representando mis deseos para el año que va a iniciarse. Por ejemplo, para 2015 seleccioné una fotografía de Coquimbo, ya que en este puerto nortino he pasado momentos felices y quise traerlos a este ciclo. (Por cierto, ¡fuerza para ellos! Sé que se repondrán luego del terremoto y seguirán siendo una de las ciudades más bellas y turísticas de Chile).
Quizás suene medio loco que le dé tal importancia a la elección de un calendario, pero después de todo, se trata de la herramienta que me acompañará todo el año y me ayudará a organizar mejor mi tiempo. Lo escojo con especial cariño y agrado, al igual como hago con mis agendas. No se trata de una decisión impulsiva, me tomo mis días para seleccionar al indicado. Como requisito fundamental, debe proporcionarme energía y vitalidad con sólo mirarle.
Y ustedes, ¿también escogen sus calendarios con el mismo cuidado?