Uno de los mejores recuerdos de adolescencia que poseo, es el de la escritura de dedicatorias. Era un clásico de fin de año y de ciertas dinámicas de grupo que realizábamos en con el curso. Consistía en escribir algunas sentidas palabras que expresaran el valor que dábamos a las personas que nos rodeaban. Leerlas era una caricia verbal, que algunas todavía conservamos cual tesoros.
Tomé el gusto de escribir dedicatorias en la básica, cuando aún gozaba de mi más tierna infancia. Algunas de mis amigas incluso poseían cuadernos destinados a estos fines. Otras, utilizaban algunas esquelas, cambiando su colección de estas láminas por palabras de aprecio. A fin de año era usual utilizar el reverso de algún viejo delantal, para plasmar con plumón o lápiz pasta estas muestras de cariño.
Reconozco que quizás escribí algunas dedicatorias un tanto forzadas en las actividades, pero otras - las más elocuentes - nacieron desde lo profundo de mis sentimientos. Era una bonita instancia para abrir el corazón y manifestar a la otra persona cuánto significaba para ti. No todos los días nos damos tiempo de decir “te quiero” y plataformas modernas - como Facebook - hicieron de esta expresión de cariño algo bastante más impersonal. Sin embargo, prefiero la antigua usanza, ya que la letra manuscrita siempre implica dejar parte de tu esencia en el mismo trazo. Además, eran mucho más fáciles de conservar para la posteridad que los registros de nuestro amado - y a veces odiado - muro digital.
Y a ustedes, ¿les gustaría volver a la costumbre de coleccionar dedicatorias?