Mi vida, al igual que la mayoría de quienes nos consideramos introvertidos, está rodeada por personas totalmente opuestas a mí: amigos y familiares buenos para la talla, extrovertidos nivel centro de mesa y a veces con risotadas estrambóticas directamente proporcionales a lo rojo que se me ponen los cachetes después de que me acaban de dejar en evidencia.
Y es que esa es la primera cosa que los introvertidos detestamos: ser dejados en evidencia. Estar en una reunión (familiar, con desconocidos, de trabajo, etc) y que alguien haga un comentario acerca de tu personalidad, como que eres muy callado, te pones rojo o un fome y repetido “ya, pero deja hablar a los demás”, cuando está claro que no has abierto la boca para nada. Y no es porque no tengas opiniones, sino porque simplemente estás en tu onda, sacando conclusiones, escuchando, analizando o pensando dónde pudiste dejar ese calcetín que nunca más apareció.
En segundo lugar - y volviendo al tema de las opiniones - detestamos que otro opine por nosotros, o peor aún, nos ofrezca para algo. Ejemplo: estás en un grupo de más de diez personas (suficiente para que un introvertido se encuentre en su estado más potente de introversión), cuando alguien pregunta quién puede hacer tal cosa y no falta el amigo/a buena onda que a modo de gracia grita tu nombre e incluso toma tus brazos para elevarlos en el aire. Aparte de detestar esas situaciones, al menos en mí despierta todo el instinto asesino.
Otra cosa que quienes vivimos en nuestro propio planeta silencioso odiamos, es cuando estamos con audífonos - precisamente para que nadie nos moleste - y pareciera que a propósito van a preguntarte, comentarte y decirte las cosas más irrelevantes del mundo. Te tocan el hombro y te sacas un audífono… “oye, que hace calor". Tú sólo observas, asientes, esperas unos segundos y te vuelves a poner el aparato en el oído.
También aborrecemos que nos obliguen a interactuar con personas que no queremos o en un momento en que no nos da la gana. No es que seamos antisociales, pero cuando estamos en lo mejor de un libro, serie o pensamiento y llega alguien para que saludes a la tía no sé cuánto en décimo grado que te conoció “así de chiquitita”, o estás en equis carrete eligiendo un vaso limpio para preparar tu primer copete y llega tu amiga a instalarte incómodamente a alguien para que se conozcan, realmente es molesto.
Y lo último que detestamos (para que no parezca que odiamos al mundo) es que por ser introvertidos muchas veces se nos catalogue de antisociales o personas sin opinión, cuando el silencio suele decir mucho más que una persona cacareando sin parar a tu lado.
Y tú, ¿eres introvertida? ¿Qué otras cosas te fastidian el día?