La Ley de Murphy nunca falla: hoy, justo hoy, cuando más necesitaba estar comunicada, mi hijo tomó mi celular y jamás supe dónde lo dejó. Tuve que salir de casa sin tenerlo, ni el artefacto, ni mucho menos mi chip o a mis contactos. Y créeme que nunca necesitarás más de este dispositivo que cuando te falta.
Sí, porque este aparato desempeña muchos roles en nuestra vida, más allá de facilitar la comunicación verbal a distancia. Ahora es nuestra cámara fotográfica, grabadora, computador portátil, canal de comunicación escrita a distancia, correo, consola de videojuegos, agenda, etcétera. Que te falte por un día es simplemente fatal.
Y es precisamente ese día en el cual te encuentras con tu famoso favorito, te ves más mina que nunca o un platillo volador aterriza en pleno centro de la ciudad. Pero ¡no!, no puedes capturar dichos instantes, porque te falta el celular. Tal vez coincida con la jornada en que tu jefe o un profesor encargó un trabajo de último minuto a través del chat o cuando alguien envío a tu correo noticias importantes. Si por X razón te atrasas - cosa que ocurre justo ESA jornada - tampoco puedes avisar.
Suma y sigue: necesitas llegar a una dirección, pero no, no hay Google Maps. Requieres contactar justo a aquella persona cuyo número anotaste en tu celu y en ninguna parte más, pero éste no está. Tenías allí agendada la hora de tu importante compromiso y ¡mala suerte nomás!. Estás full cansada y sólo quieres oír música relax, pero ¡te la vas a tener que imaginar!. Peor aún si en la radio suena justo el tema que te trastorna y no tienes a mano tu Shazam.
Por eso es tan terrible que se te quede el celular. Porque este bicharraco se ha vuelto mucho más peligrosamente imprescindible de lo que siquiera sospechamos. Y tan sólo un vez en que lo olvidemos lo dejará más que demostrado.
Y a ti, ¿cómo te ha afectado olvidar en casa este aparato?