Nos guste o no, la infidelidad se da de igual forma en hombres o mujeres. ¡Que levante la mano! como diría Américo, quien jamás ha sido víctima o victimario en una situación de engaño. El punto en cuestión aquí, es entender por qué la sociedad ante una misma situación reacciona de manera tan diametral cuando la infidelidad está en manos de un hombre y de una mujer.
Por aburrimiento, porque se apagó la chispa, porque existe mucha tentación o porque no queríamos asumir que se nos fue el amor, todas y todos, hemos encontrado nuestra propia explicación a tan poca honesta y fea actitud.
La cosa es que siempre que un hombre engaña y sale con varias muchachas a la vez todos, los varones, lo aplauden y felicitan por hacerla tan bien “campeón” o “hijo de tigre”. En cambio cuando una dama comete un acto de infidelidad, siempre, pero siempre, es sometida a la opinión pública, descalificada, cuestionada, criticada y apuntada como “pecadora” o “mala mujer”.
¿Y la culpa es de quién? De la sociedad machista en la cual hemos crecido y de la postura machista que nosotras mismas tenemos. Desde pequeñas nos enseñan que cuando un hombre es mala onda es porque le gustamos, que si nos molesta es porque le gustamos, que un hombre es más popular y galán cuando tiene más de una mujer y que bueno, si el actuar incorrecto de un varón para nosotras es “porque los hombres son así”.
Admítelo, en más de una ocasión perdonaste una infidelidad de tu pareja porque ellos tienen el gran problema que “piensan con el pene”, “porque estaba curado y no supo lo que estaba haciendo”, “porque siempre existen zorras” o “porque es mi culpa por ser tan paco, loca o bruja”.
Siempre los justificamos, siempre nos convencemos que existe un motivo tan incontrolable que los hace actuar de tal forma y los perdonamos porque total “son hombres”. No culpo al porcentaje de nosotras que piensa así, son los conceptos impuestos por la sociedad y por nuestro entorno, los cuales supieron como traspasarse de generación en generación y poner siempre a la mujer en una posición de culpabilidad y de cuestionamiento público.
Es cierto que con el paso de los años y un consciente amor propio y autoestima, nos valoramos más y ya deberían ser contados los varones que se llevan una nueva oportunidad tras una pérdida de confianza. Ya no aguantamos engaños o mentiras porque estamos casadas y es “para toda la vida”. Hemos aprendido a exigir el respeto que damos, pero aun así, continúan las diferencias que se hacen con un género u otro cuando se trata de actos morales.
Lo importante aquí es tener en claro e inculcar que da lo mismo si el engaño fue por parte de un hombre o de una mujer, ambos se consideran igualmente responsables. Que una relación no se base en mentiras, por el contrario la confianza es un pilar fundamental para cualquier relación duradera.
Mientras cambiemos nuestros parámetros de evaluar o juzgar, ¡podremos provocar un cambio de mentalidad en la sociedad!