En tiempos de crisis financiera - como la actual - todos estamos sujetos a perder el empleo. "Nadie es imprescindible", reza el dicho popular y la experiencia demuestra que así es.
Cuando recibes el temido "sobre azul", se te viene el mundo encima. Dejas de ser persona y te conviertes en un paria social, pasas a ser el origen y el fin de todos los males y te aislas en medio de la desesperación. Los amigos se alejan, los problemas financieros y económicos arrecian, todo porque "con plata se compran huevos" y cuando no hay todo se torna cuesta arriba, incluso las relaciones de pareja.
Ok, ya no son los tiempos de antes, En donde sólo el hombre trabaja y la mujer se queda en casa. Estoy muy de acuerdo con que así sea y por eso es que el trabajo de ambos es imprescindible, Con el costo de la vida actual, es imposible pensar en no trabajar. Todo aporte sirve, suma y cuando uno de esos aportes deja de llegar, el desastre es inminente.
Claro, así es imposible pensar en amor, cuando tienes que pagar arriendo, luz, agua, tienes una familia que mantener y "el hombre de la casa", no recibe un mango. La situación se torna desesperada, las cuentas siguen acumulándose, los reclamos siguen y siguen... y del amor... bien gracias. Amar es gratis, pero demostrarlo cuesta. Si vives con tu pareja, todo cuesta: casa, comida, techo, abrigo y si no: el pasaje para la micro... ¿salir a comer, ver una película, un motel, un chocolate, una flor? Ni hablar... todo cuesta plata.
Y el día a día se pasa así. El cariño, el amor siempre están, pero más abajo de las preocupaciones, de las deudas y el inexorable paso del tiempo que te ahoga con vencimientos y cuentas impagas. A veces, alguien te dice: "Tranquilo, es pasajero" o "ya vendrán tiempos mejores". Sin embargo, mientras que no llegue ese tan ansiado nuevo trabajo, sigues siendo un paria, no digno de recibir cariño. La realidad te apunta a la cabeza como si fuera un obús. En cualquier momento te pueden hacer el harakiri, se puede acabar la relación o separarse, porque no se puede mantener una casa. Es el costo de la cesantía y, a veces, hasta el amor sale perjudicado.
Todo se arregla con un buen ofrecimiento de trabajo, pero mientras este no llega sigues viviendo en la incertidumbre. La cesantía no es sinónimo de vacaciones. El cesante sufre, llora, siente, se bajonea e incluso se deprime, pero todo debe callarlo, hacerse el fuerte y mostrar acción, porque uno es el fuerte y no puede mostrar debilidad. Pero ¡ojo chicas!, somos humanos y sentimos. Lógico que a uno le gustaría abrazar a su pareja, poder llorar un rato y tratar de planificar para salir del mal momento. No obstante, siempre la preocupación y la desesperación es más fuerte. En ese contexto uno tiene que poner la cara, afrontar entrevistas laborales... ufff. ¡Ni se imaginan lo difícil que es un test psicológico en esas condiciones! Y el desempleo sigue ahí...
Todos queremos trabajar, dejar de ser parias y poder sentirnos dignos de amar y ser amado. La cesantía es casi como la lepra, todo lo pudre, todo lo afecta, las relaciones familiares, personales y el amor también. Ojalá que nunca les pase.