Llevo ya casi tres meses privando a mi pololo de salir con sus amigos. Al principio era porque todos los sábados del mes se iban a tomar después de la pichanga, pero desde que me enteré sobre una chica que se le insinuó en un carrete, no dejo que vaya a ninguna parte con esos pelmazos. Y es que tiene un amigo que siempre le presenta minas, como si quisiera que me engañara con ellas.
Este último tiempo he reflexionado al respecto: es inevitable comparar mi relación con las de otras personas. En mi círculo de amigos están casi todos emparejados, y no he podido evitar percatarme que los celos no son un factor que les impida continuar con su vida normal. Si bien antes no me importaba pensar en ello, también reconozco que previo a estos meses estábamos todo el día juntos.
Fue la opinión de la hermana de una amiga la que me tiró al agua fría: me dijo que estaba siendo muy cargante con Mauricio y que esa actitud posesiva era la culpable de arruinar todas las buenas relaciones. Me dejó helada, al punto de reconsiderar mi forma de actuar. Pero, por otra parte, él nunca se ha quejado de mis prohibiciones e incluso se muestra muy feliz cuando emplea todo su tiempo libre en estar conmigo.
Una mala costumbre que agarré estas últimas semanas -probablemente heredada de mi mamá- es llamarlo para saber dónde está. Más allá de la inseguridad que me impulsa a presionar el botón del celular, es una preocupación desmedida por saber si le ocurre algo. ¿Qué debería hacer?. No quiero parecer obsesionada: me cargaría que él fuese así conmigo.
¿Qué piensas tú?