Existen mil razones para que nos guste la música triste: una ruptura, una pérdida, un día con muchas nubes, que nos demos cuenta que el transporte público es una porquería e incluso que estemos en nuestros días; pero hoy te daré sólo una para que dejes de escucharla: podría dañar tu cerebro.
Por ahí dicen que somos lo que comemos, y en cierta forma también lo que escuchamos. La música pone notas musicales a nuestras etapas y nos permite rememorar un momento exacto en cosas de acordes. Es por ello que cuando estamos tristes nos encerramos en la pieza, nos aferramos a la almohada, nos ponemos los audífonos y lloramos desesperadamente acompañadas del “temón” que nos representa en aquel instante. Claro que gran parte de las veces que estamos en esas condiciones queremos morirnos y bueno, lamentablemente, estudios recientes confirman que la canción contribuye a que ese alterado estado mental se prolongue.
Las investigaciones realizadas en Finlandia y Dinamarca han revelado que quienes son asiduos a esta música, la llevan en teléfonos o las prefieren en la radio, han desarrollado ansiedad, depresión y neurosis en niveles mayores que las personas de su edad y con vidas similares.
Nadie dice que una canción depresiva te hará mal, pero cuida los excesos: tu cerebro los recibirá como influencia y comenzará a realizar un proceso neuronal que te podría motivar a acciones suicidas, ataques de llanto o constante sensación de inseguridad y carencia de afecto.
¡Busca un tema que te llene de energía!. Deja de lado aquello que te da penita y anímate con una canción ¡llena de poder!.