Para muchos, el concepto de disfrazarse es muy entretenido, porque da la oportunidad de ser alguien más aunque sea por una noche. Pero cuando lo llevamos a la práctica, las fiestas de disfraces pueden ser un dolor de cabeza horrible. No creo ser sólo yo la que siente que en el momento en que te invitan a una, comienzas a crear una preocupación constante en tu cabeza que no para hasta el día de la fiesta.
Los problemas empiezan por lo obvio: ¿de qué me disfrazo? Lo bueno es que Halloween tiene ciertos estereotipos de disfraces que son aceptables aunque no sean originales. Así que tratamos de optar por lo más simple, algo como una bruja, vampiresa o diabla. Después viene la interrogante de si el disfraz debiese ser sexy o no, porque por alguna razón la mayoría de los disfraces para mujeres vienen en una versión sexy, como la diablita con el enterito de látex o la bruja con un tutú que no tapa nada.
Una vez que tienes resulto el tema de elegir disfraz, te toca buscar las prendas que van a componerlo. Siempre nos falta algo: el taco rojo, la falda negra, el gorrito, las uñas postizas, el tridente, los colmillos, la capa, etc. A menos que compres el set completísimo, siempre hay algo que falta y que no logras encontrar por ninguna parte. Incluso lo más fácil, - como unos cachos de diablo -; cuando los necesites lo más probable es que no lo halles.
Pero las mujeres somos busquillas y aunque no lo vendan en ninguna parte, de alguna manera conseguiremos completar nuestro disfraz. Podríamos decir que está todo bien, pero todavía queda el paso final: el día de la fiesta. Ese momento en que te pones el disfraz de manera definitiva y te das cuenta de lo incómodo que es, o que se te sale algún rollito por alguna parte. Siempre encontramos algo que nos hace sentir incómodas. Pero ya es tarde para cambiarlo, así que arreglas todo como puedes para llegar de manera decente.
El momento que llega a la fiesta y todos te dicen que te ves genial hace que valga la pena todo lo anterior, pero sólo hasta que llega esa mina estupenda que te cae pésimo y que tiene el mismo disfraz que tú. La diferencia es que ella sí eligió la versión sexy con el traje de látex, tenía las botas indicadas y no se le sale ni un solo rollo por ninguna parte. Luce perfecta en su disfraz - hecho a medida, probablemente - y tú te quedas en unas esquina oscura tratando de no pasar cerca de ella para que los demás no comparen.
Si bien para mí es una experiencia no grata, cuando llega Halloween no me queda más que aceptarla. Trato de evitar el estrés y pensar que al final, tal como siempre hay alguien que se ve mejor que tú, siempre hay uno que se ve peor o que ni siquiera va disfrazado. La otra opción es caracterizarse en pareja, de esa manera comparten la culpa si es que el atuendo termina en desastre y pueden reírse juntos del tema. Al final la idea de las fiestas es pasarlo bien, no sufrir ni torturarse.
Y ustedes, ¿ya tienen su vestuario para Halloween?