La impulsividad es un gran defecto, con el cual he tenido que convivir desde que tengo uso de razón. Por más que mi viejita trató en su vida de “bajarme las revoluciones” -enseñándome a pensar, reflexionar y luego actuar -, no hubo caso. Siempre termino metiendo las patas.
Y es que chicas: reconozcamos que todas nosotras tenemos un talento innato para pasarnos películas. En nuestra cabeza caben perfectamente Tarantino, Spielberg, George Lucas y James Cameron, entre otros, todos mezclados con un poco de Corín Tellado. Basta que en una ocasión no nos respondan el celular, para pasarnos una película en HD y con sonido envolvente, donde caben elfos, monstruos submarinos y un largo etcétera. Por más que nuestra razón nos invite a respirar profundamente y contar hasta 5, no resulta.
En lo personal, sí, soy atarantada. Llego y vomito lo que cruza por mi cabeza en el momento sin filtrar mucho, ni escuchar argumentos. Reacciono al "mono" que formó mi traviesa mente. Una vez intenté aplicar la técnica de una amiga, mi querida Carolina, de describir el objeto más cercano con todos sus detalles, para así - al concentrarme en él - ir calmando mi ira. De más está decir que no resultó. Es más, como que detenerme en cada característica del artículo en cuestión más encendía mi furia.
Lo malo de esto es que al final hago tormentas en vasos de agua. Nimiedades pasan a ser verdaderas tempestades. Termino hiriendo sin querer, resultando yo misma el doble de herida, y más encima enojada conmigo. Soy impulsiva, y no pienso lo que digo ni si mañana - o en una hora más - me voy a arrepentir. Si alguien comparte mi experiencia, realmente lo siento, porque no es bonito ser así de temperamental. Y si alguna conoce el antídoto, ¡pues muy bienvenido sea el dato!
Ustedes, ¿cómo calman aquel dañino hábito de llegar y actuar, sin pensar?