Viene el sol, el calor y la temporada de sacar las chalitas del closet. ¡No me malentiendan! Pienso que son exquisitas, frescas y embellecen bastante los pies, razón por la cual cada año compro al menos 2 modelos para ir intercambiando. El tema es que - como todo - tienen un pero. ¡Y es que juntan tierra a raudales!
Así es, porque puede que estés recién duchada y perfumada, sintiéndote fantástica con tu nuevo par de chalas, lista para salir a lucirlas. Lo problemático es que si son demasiado bajas, parecen verdaderas palas o retroexcavadoras, que van levantando todo el polvo que se cruza en su camino y llevándolo a adherirse fuertemente a tus pies. Así, cuando llegas al lugar de la cita o a tu trabajo, ya no te sientes igual de fabulosa, porque llevas una capa de mugre, la cual a veces es bastante notoria.
Por demás, si utilizas chalas con terraplén o de tacón, corres el riesgo de perder el equilibrio y caer, lastimando tu piel, que recibe directamente el golpe. Son sólo detalles, pero suman si contamos las correas que te lastiman, la necesidad de aplicar bloqueador y hacer pedicure, aquellos momentos de espanto en que se cortan las tiritas (y debes cojear hasta una aparadora de calzado), entre un sinfín de etcéteras.
Sí, las chalas son muy lindas, pero indiscutiblemente tienen sus contra. Y tú, ¿qué calzado prefieres para el verano?