Claudia y Rodrigo eran de esas parejas intensas, que terminaban y volvían constantemente. Peleaban como el perro y el gato, pero después se les veía de lo más felices juntos. Digamos que parecían imbatibles. Sin embargo, esa rutina de confrontaciones no sería eterna.
En su último quiebre las cosas parecieron distintas. Se separaron porque compartían muy poco. Cada cual tenía gustos distintos, entonces preferían más estar con sus amistades que con la pareja. Además, habían durado demasiado tiempo separados: 3 meses.
El tema es que comenzaron a extrañarse mucho, así que decidieron darse una nueva oportunidad. Pensaron que era lo correcto, en honor al amor y a los 3 años que llevaban de relación. Eso, pues creían que estar enamorados y pasar tantas experiencias juntos, bastaba para extender el pololeo. Por eso no dudaron más.
Ambos pusieron de su parte para que todo funcionara. Comenzaron a hacer más actividades juntos, como cocinar, ver películas, salir a andar en bicicleta, etcétera. La idea era darse tiempo para ambos y reconquistarse, para así dejar atrás los problemas que provocaron las últimas peleas: compartir poco juntos.
Sin embargo, las cosas no parecieron rendir bien. Por mucho que se esforzaron, ya no era lo mismo. En sus miradas se perdió la complicidad; en las conversaciones, el entretenimiento; en sus abrazos, el calor; y en sus besos, el sabor. La pareja que fueron alguna vez, había quedado en el pasado. Ahora estaba en la UCI.
—“¿Qué nos pasó?”, se dijeron un día que conversaron. —“Se acabó el amor, las peleas nos pasaron la cuenta”, contestó Rodrigo. Ahí fue cuando ambos comprendieron que intentarlo era inútil, pues la relación estaba muerta. “Por el cariño que aún persiste entre nosotros, lo mejor es dejar esto hasta aquí”, dijo él, mientras lloraba abrazado a Claudia.
Y así es como finalizó la historia de esa pareja que tanto se quiso alguna vez. Como ves, tanto termino y regreso, les extendió el cobro: desenamorarse. Fuerte.
A ti, ¿te ha pasado?