Las tristezas más grandes que puedes experimentar, aquellas que desgarran tu corazón - como una ruptura o una pérdida - aportan lecciones cruciales a tu vida. Una de ellas es que existen personas que te quieren genuinamente y siempre están, con la palabra y el abrazo precisos, justo en el momento en que así lo necesitas. Pero hay otra clase de espécimen bastante detestable que también sale a relucir en las peores situaciones: los morbosos.
Este grupo de gente “terrible” es aquel que parece muy dispuesto y llano a brindarte consuelo o apoyo, en circunstancias que previo al hecho en cuestión apenas le interesabas. Lo que quiere es que le cuentes todo con lujo de detalles: qué pasó, cómo fue, quién pateó a quién, por cuáles motivos, etcétera, etcétera. Parece experimentar orgasmos a medida que le relatas lo más gráficamente posible cómo tu corazón se rompió en mil pedazos, grabando en su retina al borde del éxtasis si es que alguna lágrima se desliza por tus mejillas. Además, te invade a Whatsapps, SMS, llamadas o correos sólo para saber si sigues con vida. (Y mientras más triste te encuentres, más gusto le da)
El morboso también se las da de juez; cree ser dueño de un manual respecto a cómo debes sentirte en momentos así. Y obviamente, aboga por esa “verdad” que guarda con tanto privilegio. Según él, no debes llorar en exceso porque “está mal”, “te hace débil”, “le provocas lástima y no hay para qué”, etcétera. Tampoco debes sonreír, porque “eres insensible”, “pareces no haber sido afectada por la situación” y un sinfín de bla-blás. O sea, no hay cómo darle en el gusto.
Mi opinión: nadie sabe, ni tiene por qué carajo saber, qué hay en el corazón y el alma del que está al lado. No tienen idea si detrás de una sonrisa se esconde un corazón roto en pedazos, un espíritu que se desangra, un vacío que cuesta llenar. Nadie tiene por qué juzgar cuántos mililitros de lágrimas son los adecuados para llorar un duelo, ni si hacerlo te hace bien o mal, mejor o peor persona. Cada quién sabe cómo se pone en guardia frente a la vida, de qué manera protege sus emociones y cómo se aferra a la cornisa. Y nadie que no haya pasado por eso tiene por qué opinar.
Un abrazo cariñoso, apretado y sentido es el mejor regalo que los amigos cercanos pueden obsequiar en situaciones de tristeza. Los juicios de valor, opiniones y curiosidad morbosa, mejor tragárselos o bien, tomarlos y ahora que estalló lo de la colusión del papel higiénico, usarlos como reemplazo para el mismo. Es decir, ¡meterlos en buena parte!. He dicho.