Si existe una cosa tan odiosa como usual, es que me interrumpan mientras hablo por teléfono. Y, como la ley de Murphy nunca falla, por más que reclamo, siempre me pasa.
Así es, porque en el momento preciso en que recibes una llamada a la cual pretendes dirigir toda tu atención, no falla que tu acompañante justo recuerde las novedades que debía comentarte durante el día. Y es que no le parece que exista un momento mejor para preguntar si has visto su celular, la boleta de lo que compró el mes pasado o la cuenta de la luz. Por más señas que le haces, no hay caso: no entiende y termina distrayéndote.
Si no es eso, sucede que sigue con interés la conversación que sostienes y pretende participar de ella en forma entusiasta. Así, si comentas que Juanita se casa, agrega detalles sobre el novio o comentarios sobre lo caras que son las bodas. Lo peor es que entre tu interlocutor del otro lado del teléfono y el “convidado de piedra” a dicha charla, terminan llevando tu cabeza al colapso. Y es que ¡pobre cerebro!, no sabe en quién centrar la atención y la escucha activa (ojalá todos fuésemos multifocales).
Al final, cortas por lo sano. Le dices al amigo que te llamó que debes interrumpir la comunicación y que le llamarás más tarde, para así conversar tranquilamente con tu otro partner, hermano, primo o quien sea el tercero en discordia. Momento exacto en el que a éste se le agota toda la inspiración y se queda mudo, como si le hubiera comido la lengua el ratón. So typical!
Y tú, ¿también detestas esta práctica? ¿Cuántas veces te ha pasado?