Cuando la vida no te ha dado buenas cosas, cada pequeño momento sin algo malo puede ser un gran día. ¡Pero siempre habrá uno que marque la diferencia!.
Soy casada hace algunos años, y siempre escuché que el día del matrimonio y cuando nacen los hijos son los mejores de la vida. Aún no vivo el segundo, pero dudo que exista alguno mejor que el que ya he experimentado. No fue algo que ocurrió precisamente en mi boda, pero marcó el momento exacto en que mi existencia comenzó a cambiar.
Desde muy pequeña viví cosas del otro mundo: veía duendes, nos visitaban espectros, hablaba con parientes fallecidos de mis amigos y cada vez que pasábamos cerca de un cementerio, un montón de sensaciones terribles se iban conmigo hasta mi casa. Luego, soñaba con vidas, muertes y parientes sufrientes. La suma de todo eso, las cosas malas que hice y otras difíciles de contar, hicieron que mi vida se volviera triste, apagada, y muchas veces intenté ponerle fin.
Mi familia siempre creyó en Dios, mis padres se conocieron en un evento en una iglesia, y mi nacimiento fue profetizado mucho antes de que pensaran en mí. Pero aún así, lo que me pasaba era tormentoso, aterrador y sin duda un secreto. Cuando cumplí 15 años una iglesia se instaló al lado de mi casa y poco a poco comencé a ir, pero de oyente. El ambiente era bueno, divertido, había jóvenes con afectos genuinos y me quedé.
El sólo hecho de asistir ayudaba, me daba motivos, me aislaba un poco de mi realidad, pero esto aún estaba ahí. Un día, alguien me dijo que había una vida mejor, una vida espiritual. Fue extraño oírlo, pero era un idioma que entendía, que me hablaba de mi realidad. Un texto de la Biblia que me prometió una vida nueva fue la entrada a un mundo diferente. El mejor día de mi vida fue aquel en que creí en Jesús como mi Salvador. ¿Salvador de qué? En ese momento de mi realidad, de mis ganas de morir, mis pesadillas y años después, de muchas otras cosas. Ese día volví a creer en mí, en la vida, en que las cosas podían cambiar. Un día como cualquiera fue el inicio para toda una serie de cambios que me han hecho crecer, me han dado esperanza y una mentalidad diferente, que me han permitido vivir aventuras únicas, extrañas y llenas de poder.
No cambiaría mi vida por la de otra, porque gracias a ese día sé que todo lo malo puede cambiar. Sé que cada día tengo una nueva oportunidad de ser quien debo y quiero ser. Sé que muchas veces escuchas cosas así en la calle, en folletos e incluso en la TV, pero hay cosas que no se van sólo con voluntad. Existen profesionales en muchas áreas, para curar enfermedades y trastornos del ánimo, pero sé que entiendes que esto es diferente, y para mí fue la única solución.
Tu mejor día puede ser el día aquel en que tu vida cambie. Piénsalo.