¡Ay! Debe ser una de las cosas más terribles que hay, porque pucha qué desagradable es este tipo de persona. Son las típicas que se desubican metiendo la cuchara donde no deben. Por ejemplo, en relaciones ajenas. Ahí les da con preguntarles a los solteros qué onda con los pololos, a los pololos “¿y cuándo se casan?”; a los casados, con “¿cuándo van a tener un hijo?”; y a los que tienen un niño, “¿para cuándo la parejita?”. Por Dios, ah.
¿Saben lo que provoca esta gente? Puros malos ratos. Sí, partiendo por la incomodidad de enfrentar una situación invasiva, como es un interrogatorio. Ahí te pones de todos colores, miras para los lados; y luego, titubeas o toses para rellenar mientras piensas qué decir. “Chuta, ¿qué le digo sin sonar descortés?” “¿Será mejor esto o esto otro”? Uy.
Después viene la pérdida de tiempo. Claro pues, si hay que gastar minutos en pensar en qué responderle a estos desubicados. Y ya emplear un segundo en eso es una estupidez, así que imagínense si son más. ¡Un verdadero desperdicio! Ja, como si uno no tuviera nada que hacer.
Para más remate, este es un ritual desagradable que se repite, pues siempre te topas con estas personas. O hay copuchentas con las que te reencuentras, o después aparecen otras; pero es igual. ¡Están en todos lados! Especialmente, en esas reuniones sociales a las que tenemos que ir. Entonces pareciera que estuviéramos condenadas a pasar varias veces por estos momentos pelotudos. Ouch.
Ante eso, parece que no queda otra que armarse de paciencia, ¿no? Jaja.
Y tú, ¿te has topado con gente entrometida?