“Viva la vida” era una frase habitual de Frida Kahlo, artista mexicana que nació en 1907, en medio de una revolución política y cultural en su país.
Sus icónicas pinturas surrealistas, hasta el día de hoy mantienen un gran significado cargado del tormento y la angustia que experimento a lo largo de su poca afortunada vida – el que ha pasado a formar parte de la cultura latinoamericana como icono femenino.
Frida Kahlo era una mujer como tú y como yo: Le gustaba bailar, era extrovertida aunque solitaria, coqueta, inventiva, alegre y triste a la vez, preocupada por quienes amaba, apasionada por la vida. Tenía un sentido social muy despierto al valorar a la clase trabajadora de México, y al expresar su voz respecto a las injusticias.
En su infancia, sufrió de una enfermedad llamada poliomielitis que la limitó motrizmente durante muchos años – tiempo en el que forjo una estrecha relación con su padre; y a los 18 años sufrió un grave accidente cuando un tranvía arrollo el autobús en que viajaba con su primer novio, dejando su cuerpo gravemente fracturado. Para corregirlo, infructuosamente, tuvo que pasar por 32 operaciones quirúrgicas que le impidieron ser madre.
El amor de su vida fue Diego Rivera, muralista 20 años mayor con quien tuvo una relación tormentosa de amor y odio, debido a infidelidades, separaciones, un divorcio y un segundo matrimonio. Diego era mujeriego, y jugaba con la confianza de su esposa llegando a convertirse para ella en una obsesión amarga de la que nunca logró sentirse libre. "Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida, uno en el que un autobús me tumbó al suelo… el otro accidente es Diego" – fueron las palabras de Frida refiriéndose a su esposo.
Frida sin embargo, fiel a su propia honestidad, el valor más importante para ella, supo hacer de su vida un arte, de su sufrimiento un símbolo, de su soledad una inspiración. Evadía todo tipo de etiquetas e imposiciones sobre lo que debía ser femenino y correcto en su época, y orgullosa, representaba en su arte y en su apariencia una realista imagen de sí misma libre de juicios y prejuicios sociales: luciendo un marcado bigote que ella misma se dejaba crecer, espesa ceja, intrincada vestimenta patriótica propia de la cultura Mexicana, larga trenza de cabello negro adornada por un arreglo floral y una expresión indescifrable que alternaba entre esperanza y desesperación.
A Frida se le criticó repetidas veces por un supuesto egocentrismo al realizar numerosas pinturas, casi 55, con expresiones de su rostro que giran en torno a sus experiencias, sufrimientos y evolución como persona. Ella sin embargo, es un símbolo de la liberación contra la represión femenina, la que nos pide y exige que guardemos silencio, manteniendo para nosotras nuestros dolores y nuestras penas.
Frida supo hacer de su vida un arte, de su sufrimiento un símbolo, de su soledad una inspiración. La vida y obra de Frida Kahlo es una expresión de la esencia de la mujer luchadora y pasional, fuerte pero sensible. Un tributo a la mujer que ama con locura pero no se pierde a sí misma en el otro.
Su imagen y mensaje se ha mantenido tantos años debido a su confianza en la honestidad, su pasión y su amor eterno por sí misma y por la vida.