Seguro más de una vez has tenido la loca compulsión de viajar por el mundo. Pues bien, en febrero de 2011 yo lo hice: me di la oportunidad de conocer otros lados de Chile, por lo que organicé un viaje de Santiago a Concepción en auto. Al llegar allá no tuve ningún problema: me sentí muy a gusto, ya que es parecida a la ciudad de donde provengo. Disfruté al máximo el día en que llegué, recorrí muchos lugares. No tenía un alojamiento definitivo; probé distintos lugares - ya que ninguno me convencía - hasta que en mis últimos tres días encontré una residencial bastante acogedora, pero un poco antigua. Los pasillos estaban decorados con retratos de niños, los cuales tenían un rostro muy triste. En el lugar en el que estuve no hubo ningún problema, pero la noche antes de regresar a mi hogar fue más convulsionada que las anteriores.
A algunas les habrá ocurrido sentir ansiedad la noche anterior al regreso del viaje, pero sinceramente éste no era mi caso. Sabía que debía levantarme muy temprano para salir, así que me dispuso a dormir antes de las 10. Súbitamente, comencé a sentir ruidos provenientes del piso superior al mío. Los asocié a personas corriendo de un lado para otro, muy rápido. Pasado un rato, los pasos se detuvieron e intenté conciliar el sueño, pero alguien golpeó mi puerta muchas veces. Al abrir, me encontré con el pasillo vacío. Regresé a la cama y otra vez golpearon, por lo que - muy enojada - pedí por favor que no me molestaran. Al igual que la vez anterior, el ruido se detuvo en forma abrupta. Cuando ya estaba tranquila, de golpe se abrió la puerta del baño y allí me paré de un salto. No hallé mejor explicación a esto que el fuerte viento, pero aún así algo estaba muy extraño estaba pasando.
Al revisar la hora, ya eran las 5 de la mañana y debía levantarme para preparar mi viaje. Fui al sector del comedor, en donde se encontraba una cuidadora del hospedaje y le hice un reclamo por la noche que pasé. Apenas le conté de esto, se puso muy nerviosa y dijo que en el piso de arriba no había ningún residente; sólo estábamos ella, una señora hospedada y yo. Le volví a insistir que sí había alguien arriba y sólo se limitó a decirme: "acá murieron 2 sobrinos de la dueña, son los que están en los cuadros y ellos fueron a jugar contigo". Después de saber eso, me dio un escalofrío por todo el cuerpo y realmente agradecí el regresar a mi casa.
Después de eso nunca más fui a Concepción, aunque no he olvidado esta situación, por ser mi primera experiencia paranormal digna de contar. Debo admitir que antes no creía en estos fenómenos, pero ahora pienso que nunca estamos libres de vivir uno. ¿Qué crees tú?