Las recientes - e inesperadas - interacciones de Pampita a través de Twitter dejan en evidencia una faceta nada hot del amor: el despecho. Emoción bastante ingrata, tanto para quien la padece, como para el que es objeto de estos feos sentimientos.
Pocas cosas deben doler más que una traición o un abandono, especialmente cuando has dado lo mejor de ti para que todo funcione. Sientes que aquella intensidad que pusiste en el vínculo fue vilmente menospreciada, y con ello, también parte de tu esencia. Por lo mismo, declaras la guerra al mundo y al destino, entes que barrieron el piso con tus emociones más bellas. Pero sobre todo a “él”: ese ser al que responsabilizas de toda tu desdicha.
Hace tiempo conocí un caso muy particular: él, un tiro al aire. Ella, una chica de buen corazón, pero de armas tomar. El vínculo que mantenían era bastante tóxico, en la dinámica de ires y venires. Ante cada nuevo quiebre, ella sacaba su versión más siniestra, convirtiéndose en una auténtica bruja malvada: paredes rayadas, escándalos en el trabajo, gritos, amenazas a sus nuevas conquistas, etcétera. Él incluso llegó a establecer una relación sólida con otra persona, en la cual no estuvo exenta la sombra de la despechada.
Ella justificaba sus actos diciendo que “la ruptura no fue en términos claros”. Él aún la llamaba, le ofreció su “amistad” (con ventajas) y por eso, creía tener derechos sobre él. Su punto era atendible; sin embargo - a título personal - creo que hay 2 palabras claves en el amor verdadero: respeto y dignidad. No se puede forzar a quien no te quiere a continuar - a punta de escándalos - una relación que no da para más. En esos casos, lo mejor es dar un paso al costado, atesorando los buenos recuerdos que se puedan conservar. Todo, tras cortar de raíz (y sin “remembers”) el vínculo, sin más deseos para él que lo mejor en su nuevo camino. Quedarse pegada en la idea de venganza y ahondar en los aspectos dañinos es tan desgastante como innecesario.
Y es que piénsalo bien: las declaraciones en redes sociales, junto a las advertencias de toda índole, poco ayudarán a recomponer lo que está roto. Al contrario, sólo darán qué hablar a los demás y sepultarán las buenas memorias que tú y él puedan mantener. Empecinarse con el tema te distancia del amor - que sabe cuándo "dejar ir" -, para terminar rayando en la obsesión. Estoy segura de que una mujer linda y buena como tú, no quiere, ni necesita gastar energía en batallas perdidas. ¿Me equivoco? Mejor vive tu duelo y recupera tu ánimo. A partir del autorespeto y el amor propio, ¡no te quepa duda que vendrá algo mejor!