Cada vez que uno inicia una nueva etapa, existen temores y ansiedad. En el sexo pasa lo mismo. Sobre todo cuando uno es adolescente y en un colegio de hombres: tuve que inventar varias veces que era un crack en el ring de cuatro perillas, cuando lo que más había hecho era estar en grado 2. Era eso o mandar mi vida social al carajo. Es algo similar a estar soltero, o sin pega... pasas a ser parte la lacra social o simplemente un loser.
Perdí la cuenta de cuantas veces mentí al respecto, principalmente con esos "amigos" que se me acercaban para que les presentara chicas, con las que trabajaba en el centro de alumnos. Debo reconocer que pese a que soy bastante liberal en muchos aspectos, siempre estuve bastante lejos de ser un quiebracatres. De hecho, comencé a pololear pasados los 18 y precisamente, fue con una polola de esa edad con quien hice mi debut en esas lides.
Muchos detalles no recuerdo, han pasado varios años. Pero, más que importante, fue un tema de muchos nervios. Para un hombre, la presión es mucha; te cuestionas todo ¿se me irá a parar?, ¿lo haré bien? ¿le gustará? y más cuando estás con una chica en iguales condiciones. En ese escenario tienes otras preocupaciones adicionales, ¿le irá a doler?, por lo tanto tienes que hacer todo con calma y con nervio, es como pisar huevos... ¡qué estrés!...
Finalmente, la primera vez no se disfruta mucho. Con el tiempo, cuando uno gana experiencia, confianza y comunicación con la pareja, las cosas sí salen bien. En este caso, claramente no aplica el dicho que dice "todo tiempo pasado fue mejor".