Creo que ser directa y decir lo que uno piensa sin pelos en la lengua es una virtud digna de ser cultivada, sobre todo a la hora de marcar límites a las demás personas que intentan entrometerse en nuestra vida y nuestras decisiones o que, después de herirnos profundamente, pretenden continuar la relación como si nada hubiese pasado.
Sin embargo, hay veces en que esta virtud se nos puede salir de las manos y terminamos hiriendo a nuestros seres queridos con nuestra filosa lengua. En estos casos, ser tan directa nos convierte en unas desubicadas, y deseamos un gran ¡trágame tierra!
¿Cómo saber dónde está el límite entre ser directa y ser desubicada? Aquí va una pista: se es directa cuando marcas una distancia entre tú y la otra persona, protegiendo ante todo tu bienestar y el de los demás. Cuando eres directa y hablas sin rodeos, lo haces porque alguien te está pasando a llevar a ti o a otra persona, y es necesario intervenir. También lo haces cuando hay que tomar decisiones importantes, y debes ser clara en cuanto a lo que quieres y a lo que no.
Como puedes notar, hay ocasiones en que no sólo es recomendable hablar directo y claro, sino que es necesario. Pero, ¿cuándo transgredimos la línea y hacemos sentir mal a los demás? Cuando hacemos comentarios que critican a la otra persona, de pronto y frente a más audiencia, tan sólo porque a nosotras nos parece correcto. Me explico: eres una mujer directa y te gusta decir lo que piensas a cada momento. Tu pololo te invita a un almuerzo familiar y, en medio de la comida, vas y le dices que no coma mucho, porque ya está bastante gordo y se debe cuidar. ¡Desubicada total!
En la situación que te acabo de describir, no te estás defendiendo. De hecho, podríamos decir que estás “atacando a otro”, y que éste debería ser directo contigo: ese tipo de comentarios se hacen en privado, y en un contexto de contención y cariño. Cuando uno “llega y habla”, sin pensar y sin evaluar el daño que el comentario puede causar, entonces es muy probable que termine siendo un comentario desubicado: no sabes “ubicarlo” en el espacio, tiempo y modo adecuado. Hay un momento indicado para cada cosa, incluyendo para decirle a tu novio que aún no baja los kilitos que subió en Navidad.
Y tú, ¿dónde marcas el límite?