Pepe (no es su nombre real) y yo, fuimos pololos en el colegio, a la tierna edad de 17 años, en cuarto medio. Y sí, sé lo que están pensando: no es buena idea ponerse a pololear justo el año antes de entrar a la Universidad, que es básicamente cuando la vida recién comienza a ponerse interesante. ¡Más aún si eso significa irse a vivir a otra ciudad!.
Yo iba a irme a Santiago a estudiar a una U privada, y Pepe -sabe Dios por qué- había decidido irse a Conce, a una tradicional. Hasta el día de hoy me pregunto cuál fue la idea de irse lejos de mí, pudiendo estudiar en la misma ciudad. Pero bueno...
Como prácticamente todo el mundo lo predijo, duramos separados algo así como 4 meses. Fue horrible, porque la decisión la tomé yo; y lo terrible de eso, es que una queda como la mala. ¡Como si a una no le doliera!
Nuestros amigos en común lo consolaron a él. Como si fuera el único triste. Como si yo me hubiese quedado tan contenta, celebrando casi, haberme librado de Pepe. Sí, lo admito; probablemente estaba más tranquila que él, porque la decisión había sido mía. Tranquila sí. Contenta NO.
Obviamente, fue cosa de tiempo antes de conocer a otra persona, pero esta vez fue él quien decidió terminar las cosas. Así, de la nada. Todo estaba perfecto, un día nos vimos, comimos juntos, vimos una película etc. (usen su imaginación); y a la mañana siguiente, me llamó, hablamos un par de minutos sobre lo que haríamos en el día y de repente me suelta: "esto no va a funcionar, dejémoslo hasta acá".
Creo que mi primera reacción fue: "me está we...". Pero cuando se lo dije, me dijo (con toda la calma del mundo, como quien conversa del clima) que lo decía en serio. Que en realidad la cosa no estaba funcionando, pero que por favor quedáramos como amigos, porque como no tenía muchos, no se podía dar el lujo de perder ninguno. Así, tal cual. Literalmente, de la noche a la mañana.
Los amigos en común tomaron mi lado. Aunque esta vez era justificado, porque el susodicho estaba no sólo tranquilo, si no muy contento con su decisión. Según él, me estaba haciendo un favor, porque él no era una buena persona y en el fondo me estaba salvando de estar con él. Y debo confesar que con todo lo que lloré y grité, y no entendí nada, no pude menos que pensar en el pobre Pepe. Me di cuenta de que yo le había hecho algo muy parecido. De hecho, después de mi primer instinto de querer gritar y patear todo lo que tenía cerca, tuve el impulso de llamar a Pepe para decirle que lo sentía en el alma y que por favor me perdonara por haber sido una verdadera perra egoísta.
Finalmente, me di cuenta de la gran diferencia: cuando una toma la decisión, está tranquila. ¿Fuiste egoísta? Sí, definitivamente sí. ¿Fuiste mal@? Sí, sobre todo si lo pillaste desprevenido sin tener idea de lo que se venía. Pero era algo que personalmente sentiste como necesario. ¿Duele? Claro, se termina algo. Pero sabes que lo hiciste por un bien mayor. Y cuando te pasa a ti, que te terminan de la nada... simplemente duele y duele y duele... y así será por mucho tiempo. Pero hey, al menos vas a tener a tus amigos de tu lado, y licencia para ser miserable y querer estar sola. Hasta que conoces al que siga y tal vez te haga lo mismo.