Ya añejos son esos tiempos en que las películas chilenas eran mal vistas o poco valoradas. Y esto lo demuestra la recién estrenada "Sin Filtro", de Nicolás López, la que en su día de estreno destronó a Star Wars, dejando a sus asistentes con una grata sensación. Y es que "Sin Filtro" habla precisamente de lo que sentimos frente a las dificultades de la vida misma: aquello que nos estresa, nos pone nerviosas, nos daña y que necesariamente debe salir.
Los primeros minutos, rodeada de gente expectante de risas no fueron lo que pensé. Una que otra tímida reacción se escuchó en el leve silencio de la sala, lugar donde la congoja, resiliencia y un espíritu compasivo se adueñaron de los presentes. Era simple: nos sentíamos identificadas con los sufrimientos de esa mujer, con su dolor físico, su impotencia y aún más con su incesante deseo de seguir adelante aunque lo estuviera pasando pésimo.
Como es de esperar, y ya conociendo la trama (no es spoiler), la protagonista explota y empieza a decir y hacer todo lo que piensa, momento en que por fin - en una especie de liberación colectiva - todo el cine ríe a carcajadas. Pero estas risas no siempre tienen coherencia con lo que se ve, sino con el exquisito sentir de que era justo y necesario.
Salgo del cine satisfecha de los logros de esa mujer, pero sigo inquieta pensando en qué seria de mí si saco el filtro. Me pregunto hasta dónde puedo aguantar y sobre todo, por qué no exploté antes. ¿Mi vida sería mejor si así fuera?
Extrañamente —y como siempre pasa—, al día siguiente de ver la película, las instrucciones de última hora me colapsaron. Salí a comprar y un conductor me tapaba el paso. Le pedí por favor que se hiciera hacia atrás, pero me dijo que pasara por arriba. Fue ahí donde recordé lo bien que hace sacar el filtro: le canté todas las reglas del tránsito y me burlé de él recibiendo el aplauso de los transeúntes.
Debo confesarlo: fue genial. ¿Sabes porque somos tan hirientes cuando explotamos? Porque es mucho lo que se ha acumulado. Si soltáramos pequeñas descargas de vez en cuando, si tomáramos aire, pensáramos y lo dijéramos en el momento correcto, no tendríamos que volvernos una viejas gritonas e incomprendidas.
Mi marido, sentado junto a mí, tomaba mi mano como si notara lo identificada que me sentía, y al salir me dijo: "no debes guardar tantas cosas". Ahora, yo te lo digo a ti: no te guardes las cosas, no es andar sin filtro, es soltar poco a poco.
Sé que cuesta, porque muchos piensan que quebrarse es muestra de debilidad, decir las cosas lo es de locura y mandar todo a la punta del cerro, señal de cobardía. ¡Pero es todo lo contrario! Es reordenar la carga, desechar lo que no sirve y retomar el camino.
El desahogo nos hace bien. ¿Lo intentamos?