Mi viejita solía decir que “la risa es remedio infalible para todos los males”. Tal como rezaba una sección de la revista que adoraba leer: las “Selecciones de Reader Digest”. Recuerdo que cuando me sentía triste, me hacía revisar los chistes allí publicados, hasta que riera y la pena pasara. Así, transformaba mis lágrimas en alegrías, así como el personaje de “Joy” en “Intensa-Mente”.
Claro que al igual como nos enseñó aquella hermosa película, las penas también tienen su razón de ser. De repente es bueno dejarlas aflorar, para dar un “refresh” a nuestra vida y dejar fluir las emociones que nos dañan. Las mismas que se sienten como un puñal, atravesando tu corazón de manera punzante y persistente. Con las lágrimas, dejamos fluir esos sentimientos comprimidos y comenzamos a cicatrizar el alma. Pero ojo, que todo es bueno en su justa medida: tampoco debemos permitir que nos ahoguen.
Una vez que llores - quizás una tarde completa o una hora, pero a cántaros - debes echar mano a la nostalgia por aquello que has perdido y rescatar lo que aprendiste de dicha experiencia. Y entonces, con esos recuerdos frescos en la memoria, intentar volver a sonreír. Costará en un principio, pero luego se irá tornando más natural y fluído. Procura hacer cosas que te gusten: estar con amigas, leer un buen libro, caminar un rato por un bello parque. Gritar, si es necesario. En un comienzo aflorará toda la ira, la rabia, la pena y la angustia. Pero después volverás a ser feliz. Así como las tormentas y la lluvia son necesarias, el sol es esencial para nuestra vida. Llora, pero luego busca la alegría.
Como hace poco viví el duelo de mi viejita del alma, he pensado más que nunca en la muerte. Y creo que he comenzado a entenderla como nunca. Una vez que yo me vaya - espero que en muchas décadas más - me gustaría que quienes queden dejen fluir sus emociones, claro. ¡Pero poco!, jamás quedarse “pegados”. Ojalá luego de esa pequeña “catarsis” - que es ultra necesaria -, se centren en recordar los chascarros vividos, las experiencias, las aventuras e incluso las rabias. Que busquen la belleza del arcoíris, del agua que fluye y las sonrisas que la vida siempre lleva consigo. Y que las compartan con mi recuerdo. Porque a mi modo de ver, esa es la manera más linda de trascender.
En fin, como tampoco quiero irme “en la profunda”, quiero insistir en que una sonrisa es la mejor manera de ahuyentar aquella pena que estanca y nos impide salir del pantano. Basta con que la ensayes. Si en este momento te sientes mal, busca videos graciosos (los de gatos son infalibles), caricaturas o instancias para compartir con personas positivas. Ríe y comenzarás a ver las cosas desde otra perspectiva. Créeme: notarás la diferencia.