Me gusta ver un poco de tele al llegar a casa, ya que por un rato, los problemas son de otros. Por eso, acostumbro seguir series como “El Sultán” y “Celia”, de Canal 13, las cuales verdaderamente disfruto. Sin embargo, con el estreno de “Veinteañero a los 40”, me vi obligada a aceptar el cambio de programación (uno más, de entre los tantos con que nos sorprende la TV abierta) e incorporar a mis historias cotidianas esta producción.
Me entretuve bastante con los primeros capítulos. No obstante, en ella se repite un patrón bastante común en las teleseries modernas de factoría nacional, y que en lo personal me disgusta un poco: las relaciones desechables, que de un minuto a otro pierden todo valor. Me dirás: “¿de qué hablas?, si Pancho y Rafaela mantuvieron sus sentimientos intactos durante años”. Mmm, eso aparentan, pero ¿es realmente así?
Veamos: esta parejita inició un tórrido romance a fines de los 80’s, en el cual - profundamente enamorados - planificaron una vida en común, con hijos incluídos. Pero la fatalidad cambió sus planes: Pancho (Francisco Pérez - Bannen) tuvo un grave accidente, en el cual la pobre Rafaela (Tamara Acosta), rechazada por la familia de su novio, debió afrontar su embarazo sola, en compañía de su amigo Jano (Pablo Macaya). Ok, parece razonable que la joven se enamorara de su paño de lágrimas y decidiera seguir adelante con su vida. Pero, ¡oh wait! ¿no se suponía que estaba loca por Pancho y que aún no puede olvidarlo?. Sí, reconozco ser quizás un tanto chapada a la antigua, pero a título personal, si estoy enamorada y me veo impedida de estar junto a la persona que amo - especialmente si es por una razón dramática, como un coma profundo -, prefiero quedarme sola y no buscar a un reemplazo. ¿Mamá soltera? Bien, pero ¿no podía lidiar con eso, como tantas otras mujeres valientes lo han hecho desde siempre?.
Bueno, convengamos en que Jano fue un sol con Rafa y ella definitivamente cultivó un sentimiento por él y se decidió a dar el paso. Siendo así, el tener toda una vida en común junto a su nuevo amor, en lo favorable y lo adverso, ¿no es suficiente como para tener clara la película?. O sea, si olvidó la condición de su malogrado novio y rehizo su vida, debió estar lo bastante decidida, ¿no?. Después de todo, no pensó durante décadas en cómo estaría o qué evolución tendría Pancho, ¿y ahora le remueve el piso al punto de estar dispuesta a echar todo por la borda?. Me van a perdonar, pero la considero un tanto “errática”, por decir lo menos. Al ver esta historia, me queda la sensación de que el amor (tanto el "profundo" sentimiento experimentado con su primer novio, como el que construyó durante años con el segundo) es descartable y se acomoda conforme a las emociones y/o necesidades del momento.
La de Pancho y Rafaela es sólo una historia; sin embargo, esto del amor desechable ha sido la tónica de muchas otras a lo largo del tiempo y las distintas teleseries. Me cuesta recordar una novela con personajes seguros de sus sentimientos, o que al menos, vivan de manera más comprometida e intensa. Dentro de la misma producción, tenemos a Katia (Fernanda Urrejola), la terapeuta enamorada de Pancho, que a la primera frustración corre a intimar con su vecino (Ariel Levy). También a Bastián (Jaime Artus), hijo de Rafa, aparentemente serio y decidido a formalizar su relación con Gracia (Daniela Nicolás), pero dispuesto a enviar todo a la porra porque se le encendieron las pasiones con una española. Así, suma y sigue. Si quieren, me pueden arrojar huevos podridos o tratarme de pechoña, pero echo de menos ver personajes con los pantalones o la falda un poco mejor puestos, que sepan lo que quieren y se comprometan con sus emociones. Anticipándome a las recomendaciones, les cuento que ya cambié el canal y volví a mis queridas turcas. Valoro en ellas justamente eso: ver mujeres quizás algo maquiavélicas, pero totalmente intensas, para las cuales los sentimientos suelen ser sólidos y duraderos. Aunque sean teleseries - y entendiendo que sin conflictos, éstas no se venden - me defino como una de las últimas románticas. Y no me acostumbro a tanto amor descartable...