Es una tradición en mi familia que, para Navidad, mi papá nos regala a cada hijo un sobre con dinero. Quizás pienses que es algo flojo y no se da el tiempo de buscar un obsequio que nos guste de verdad. Pero para serte honesta… ¡a mí me encanta recibir dinero!
¿Por qué? Porque con ese dinero puedo ir de compras y hacerme muchos auto-regalos. Nadie sabe mejor que nosotras mismas lo que nos gusta y lo que no, y creo que es increíble pasear por las tiendas durante horas y mimarnos comprando ese vestido exageradamente caro pero que nos queda ¡espectacular!
Lo merezco, y lo mereces. Los auto-regalos despiertan nuestra inocencia y nos volvemos a sentir como “niñas chicas”, emocionadas porque saben que van a recibir un juguete nuevo.
Ahora, los auto-regalos no tienen por qué ser una hermosa y carísima prenda de vestir o unos sexys zapatos. A mí me encanta auto-regalarme libretas y lápices (soy una loca por las cosas de escritorio), y también me gusta de vez en cuando auto-regalarme un rico sushi, un delicioso masaje que me quite de encima todo el estrés o una escapada por el día a la playa. ¿Y qué tal ese libro que hace tiempo quieres leer, y que llevas esperando meses a que alguien más te lo regale?
¡Qué maravillosa es esta pequeña cosa increíble! No es por desmerecer los lindos regalos que mi familia me entrega en las fechas especiales, pero para mí no hay nada mejor que los auto-regalos que me entrego personalmente. De hecho, procuro al menos una vez al mes regalarme algo, ya sea un día entero en pijama o alguna cosita pequeña. Y cuando me preguntan en la tienda si deseo mis auto-regalos envueltos, yo les digo ¡claro que sí! Después de todo, puedo fingir que no tenía idea.
Y tú, ¿te haces auto-regalos?