Mes 1
Los párpados le pesaban. Parecía que una lluvia de asteroides hubiese caído sobre su cabeza, golpeándole el cráneo e imposibilitándole sostenerse en pie. Curioso era que ese escenario caótico estuviera ocurriendo en la tranquilidad de su habitación, en la cama desde la que no encontraba voluntad para salir hacía ya 3 días.
“Nuestra cama” – Pensó, la que se sentía ahora demasiado grande y fría como para poder dormir en ella.
Era la mañana del 18 de julio, día soleado, clima agradable. Él se había marchado hacía 3 días, con un “lo siento” entre los labios y un montón de excusas que la dejaron reducida a un montón de materia muerta, inerte, un gasto de espacio.
Miró el reloj en su velador, marcaba “14:22”. Probablemente, esto era una pesadilla. Un mal sueño que le estaba congelando la sangre en las venas.
Deseaba con tanta fuerza lograr despertar, ya que nada, ningún dolor que hubiera experimentado antes, podía compararse a la sensación casi palpable que tenía en esos momentos: Su vida, su energía vital deslizándose por su piel, alejándose y convirtiéndose en aire.
Mes 2
Ese día la congestión en las calles era particularmente eterna. Ella manejaba por inercia, omitiendo las bocinas de los autos que parecían leves zumbidos en comparación con el ruido en su cabeza.
Los recuerdos invadieron abruptamente su mente, como si los hubiese llamado. Recordó cómo cuando él se fue, ella no le demostró su enojo. Fue una conversación corta, simple. Nada de poesía memorable, ni de pasión intensa manifestándose en ruegos y disculpas, nada de besos ni abrazos dolorosos.
"Dormí con otra mujer."
“Ok.”
Fueron algunos segundos en que ella sonrió, luciendo compuesta y tranquila aunque su mundo se estuviera quebrando en pedazos y su corazón deteniéndose, latiendo erráticamente en dolorosos intervalos.
“¿Eso es todo lo que dirás?”
“Si.” – Ella le dijo. – “No hay nada que podamos hacer para solucionarlo.”
Y entonces se acabó. Él, sin decir nada más, se fue.
Viéndolo en retrospectiva, sintió ira consigo misma ya que pudo gritarle, insultar y maldecirle. Lo haría ahora, en este momento, sentada en su auto con la respiración cortándosele como el primer día. Le diría cuanto lo odia, cuánto daño le causó, cómo desearía nunca haberse cruzado con él. Le diría sobretodo, cuánto le ama.
El orgullo en ese momento, se sentía como ahogarse.
Mes 3
Los mechones de pelo castaño, crespos y enmarañados, formaban un halo en la almohada. Que irónico - pensaba para sí misma - que ese inocente chico que conoció en un bar y que ahora dormía plácidamente en su cama, no tuviera idea de que en cada beso y caricia compartida hace unas horas, por su mente solo cruzó el nombre de otro: su ex.
Considerando las circunstancias que la llevaron a estar en esa situación, verse aquí con otro podía casi tener sentido. La culpa y humillación de haber caído bajo – acostándose con cualquiera – era una forma de invisible venganza, de romperle el corazón a quien la abandono 3 meses atrás.
Sin embargo, este chico de cabello castaño no era el culpable. Hacer esto no se sentía bien, mas nublo su razón por unos minutos el mirar su angelical y sereno rostro durmiente. Pensó que quizás, con suerte, podría volver a amar.
Ella se levantó, fijándose en que por la ventana caía una fina lluvia que - aunque incesante -, calmaba en cierto modo la tormenta de pensamientos que atravesaba su cabeza.
Volvió su rostro a su habitación y por un momento, se sintió que podía funcionar. Vivir, ser feliz con alguien más. Dejar ir.
Él desconocido chico en su cama era luz, pura y brillante. Y ella era sólo lluvia.
Mes 4
Salió temprano a desayunar con una amiga. Fue la primera vez en 4 meses que salió de su casa un domingo por la mañana.
Los días desde un tiempo hasta ahora estaban pasando más rápidos. Despertar ya no dolía, dormirse en la cama que por tanto tiempo guardo su olor, ya no quemaba su piel.
La reunión fue agradable, rió más veces de las que podía recordar, e incluso se sintió más conversadora. El clima era agradable.
Pasada una hora, se despidió de su amiga, dejándola en las escaleras del metro. Al voltear, vio a la fuente de sus pesadillas.
Él, su ex, iba de la mano con una chica de cabello castaño y vestido azul. Sus miradas se cruzaron por unos segundos, y él le saludo con la mano.
Ella, sintió su corazón helarse, sin embargo le sonrió de vuelta, saludándole también.
Luego de eso, ambos siguieron su camino, pero ella se sintió más liviana, bella, confiada y feliz.
El miedo había desaparecido, el dolor punzante en su corazón ya no era más que un recuerdo.
Luego de 4 meses, finalmente, pudo respirar.