Hace algunos días les contaba que encontré un gatito, el cual por diversas circunstancias - y problemas que han surgido uno tras otro en mi vida - no puedo adoptar, por mucho que quisiera. En fin, la situación me ha servido para darme cuenta de que en estos casos (y otros de distinta índole) la gente suele dar una explicación mágica para este tipo de cosas. Soy creyente - y ferviente -, confío en los milagros y "ayudas divinas"; pero igual me aburre el guión Disney con que algunos pretenden llevarte a pensar que tus problemas se resolverán como por el acto de un hada madrina.
Respecto de mi mascota rescatada, he llegado a escuchar que fue “enviada por mi viejita desde el cielo” o que “es la respuesta divina a mi tristeza por su pérdida. Ahora él me acompañará”. También he oído que “él me escogió”, cosas que - lejos de la mágica ilusión de quien lo dice -, no hacen sino provocarme el doble o triple de congoja. Sí, porque a la infinita pena de no poderlo conservar (lo que me significará una nueva pérdida), le añado el componente de “no recibir un obsequio divino”. Y mientras la persona que profiere estas “reconfortantes” palabras está en casa sintiéndose la raja por haber recitado tan bella poesía, yo sigo procesando todo el día mi problema - ahora con una carga emocional extra - y buscando inexistentes soluciones.
También me he fijado - a través del siempre copuchento Facebook - que cuando una pareja rompe o alguien pierde el empleo, sus amigos le confortan diciendo que “por algo pasan las cosas” y que “el destino tiene deparado algo mejor”. ¡Reconozco que más de una vez he pecado de lo mismo!: formular todo tipo de promesas de un futuro esplendor para el afectado. Sí, quizás en algunos de estos casos las palabras de aliento sean un bálsamo para el alma - ya que manifiestas con ellas tus más sinceros deseos -, pero en términos concretos, ¿es útil?. Realmente no. Es más, yo creo que lleva al agobiado a sentirse como un "títere de las circunstancias".
El otro ejemplo que viene a mi mente es cuando gracias al amplio espectro de motivos existentes - una mala economía a nivel país, deudas, altas exigencias bancarias, dificultad para encontrar arriendos, etcétera - no has logrado un lugar propio para fundar tu familia. Aquí la frase cliché más usada es el “ya vendrá”. ¿Cuándo? Sin duda que sí lo hará: quizás en 20, 30 o 40 años, no importa. La cosa es que está en tu destino. Por último, todos tenemos derecho a sepultura, ¿no?. You got it!
En fin, valoro siempre las buenas intenciones, pero de repente aburre e irrita oír que tus expectativas de vida, la solución de tus problemas y toda preocupación que te afecte se resolverá por obra y gracia del pensamiento mágico. Asumo que, como creyente que soy, también suelo dejar mis cosas en manos de la providencia. Pero Dios dice “ayúdate, que Yo te ayudaré” y es verdad: hay muchas cosas que pasan por una y requieren soluciones más prácticas / rápidas que sólo desear. Aunque se agradecen los propósitos amables (como los de las hadas, cuando visitan a la bella durmiente), creo que a veces las ilusiones pueden traicionarnos un poco. Un fuerte abrazo, cuando no sabes qué decir, es mucho mejor respuesta que una serie de promesas inciertas, por más buena energía que contengan. ¿No te parece?