Todas las mujeres necesitamos un confidente o paño de lágrimas. Alguien que nos escuche en forma atenta - porque notamos si está más pendiente de la TV que de la conversa - y nos ayude a ordenar pensamientos, ideas y emociones. Aquel que es como “la voz de conciencia”, con quien podemos hablarlo todo y sin filtro.
En mi caso, tenía a alguien: mi viejita. Solía hablar con ella durante horas. Era una suerte de Pepe Grillo, con quien podía debatir mis anhelos, esperanzas y frustraciones. Hoy - cuando ella ya no está, e incluso antes de que me dejara - he encontrado a este incondicional oído en mi pololo. Es genial que además de ser pareja, seamos amigos. ¡Y los mejores!. Me encanta que me comprenda y pueda sobrellevar mis mañas. Que conozca mis lados A y B, y con ellos me ame.
Sin duda tú también tienes a tu confidente: puede ser tu mamá, tu hermana, mejor amiga o alguna prima. Esa persona con la que te encanta estar y puedes ser tú misma. Si es así, ¡felicidades!, pero - a no ser que se trate de un diario de vida - debes también oírle cuando tenga algún problema, una pena o necesidad de desahogarse. De lo contrario, la relación no es justa ni pareja. A todos nos gusta ser escuchados, comprendidos y contenidos en nuestros temas. Siempre hablamos de “lo genial que es para mí hallar una amiga tal” o “un hombre así”, pero para poder encontrarlos, nosotras mismas debemos estar dispuestas a ser fantásticas. Cuesta, pero el intento siempre vale. ¿No lo crees?
Y tú, ¿a quién tienes como confidente?