El verano llegó en todo su esplendor, y - ya sea que estés disfrutando cerca del mar, recostada sobre un prado o de carrete en casa con los amigos - un infaltable de esta época son las historias de terror. ¿Preparada para el miedo?
Recordemos que en el pasado –años 80's- muchas más cosas tenían su misterio: no teníamos el recurso Internet, por lo que algunas historias de espantos eran totalmente desconocidas y asustaban mucho más. Los vampiros no eran vegetarianos e imaginar ser novia de un zombie era algo descabellado. No obstante, aún hay mucho que da miedo, y mientras se hable de lo desconocido, siempre tendremos erizados los vellos de los antebrazos.
Recuerdo aquellas noches en que nos juntábamos y alguno de los presentes relataba estas historias. Entonces todo podía pasar: desde un monstruo bajo la cama a un asesino en serie cerca de la casa. Quizás esas fueron las primeras veces en que nos dimos cuenta de que lo oculto nos atrae y disfrutamos de la adrenalina que el miedo genera. Años después, esa sería la excusa perfecta para caer en los brazos de algún joven caballeroso que nos protegiera de “eso” que se movía cerca de la puerta.
La noche oscura caía sobre los techos evaporando el calor del verano. El silencio mudo y expectante aguardaba tras la puerta para hacer su entrada. Todos, semejando a la carente luna, se sentaban en círculo rodeando un imaginario mundo, que se tornaba real tras ser relatada. Alguien pedía silencio, y éste se presentaba, apagando las risitas y murmullos. Las manos se entrelazaban resbalosas por el calor, el temor y los sentimientos hacia quien estaba al lado. El relato comenzaba, detallando cómo hacía muchos años, el cuerpo de una anciana fallecida por hipotermia había sido ocultado. Se cree que en la quinta noche de cada mes, la octogenaria mujer revive el momento de su muerte, en espera de que alguien la vea y rompa el ciclo. El suave eco del relato, arrastrado por los oídos de los presentes, poco a poco se mezcla con los latidos: pum, pum, pum. La habitación cruje, ya no están solos. Las manos no tienen calor, el piso se vuelve frío y la respiración suelta un vaho que no se eleva.
—¿Quién me tocó?- se escucha y nadie responde. Entrelazados, todos son uno y no saldrán de la habitación hasta que la historia termine. Ese fue el acuerdo tácito de valentía. Algo les inquieta, se acerca. El frío aumenta y un susurro se escucha. "Grr". Se repite, como queriendo convencer a los incrédulos. Algo rompe la tétrica oscuridad. ¿Una sombra? No, es una figura pequeña y corpórea que se arrastra hacia ellos, se queja, tirita y se deja ver. Todos gritan al unísono, la luz se prende y bajo una pequeña manta aparece el perro de familia, quien parece reír mientras mueve la cola.
La diversión está a la puerta de una buena imaginación. Si aún no lo has hecho, te invito a no perder el verano. Y si tienes hijos, haz de cada noche una velada inolvidable.
¿Alguna buena historia que recordar?