Para todas las personas la experiencia de perder la virginidad es distinta y sin importar como suceda, ese momento nunca se olvida.
En mi caso, lo que nunca olvidaré es ¡como una gata frustró el momento mas lindo de mi vida!. Melissa se llamaba la culpable. Era la gata de mi pololo hace años y era una cargante; cada vez que estábamos juntos se subía encima de él o se andaba paseando por todos lados como policía.
Llevábamos un tiempo estando juntos y nos habíamos declarado amor eterno. Un día fui a su casa cuando salí del colegio; luego de muchos besos y caricias en su pieza, ambos sabíamos que era el momento de perder nuestra virginidad. Estaba nerviosa, pero a la vez feliz porque lo amaba con toda mi alma y no tenía ninguna duda de que era lo correcto.
Sabíamos que la gata estaba preñada, pero nunca creímos que ese día iba a dar a luz. Estábamos perdidos en la pasión, hasta que de repente mi pololo dejó de besarme y me dijo: "escucho gatitos". Yo le contesté "no escucho nada" y me apresuré a besarlo y apretarlo contra mí para que recuperara la concentración.
Pensé que nada podía interrumpirnos, creí que estaba a punto de convertirme en mujer. Las ganas y nervios me consumían, hasta que nuevamente mi pololo dijo "en serio, escucho gatitos, parece que los de la Melissa nacieron" y yo no lo podía creer. Me resigné a quedarme tirada en la cama mientras miraba a mi pololo buscando a su gata por toda la casa.
Finalmente, la gata estaba en el clóset de la pieza y efectivamente había parido a sus gatitos. Mi pololo estaba fascinado y me decía "soy abuelo"; yo no sabía si matarme de la risa o ponerme triste. No tenía idea de cuándo estaríamos juntos de nuevo, ya que nos veíamos muy poco. La gata insoportable se quedó en la cama y mi pololo dejó a sus recién nacidos al lado.
Han pasado 7 años desde ese día y con mi pololo aún lo recordamos con mucha risa.
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