Tanto en redes sociales como en conversaciones con amigos, he escuchado lamentos desde que comenzó el 2016. No tiene que ver con la partida de dos leyendas de la música, como Lemy Chelmistry - el líder de Motorhead - o David Bowie. Tiene que ver con el clima.
Muchas esperaban un comienzo de año con altas temperaturas. Apostaban por un sol abrasador y un bronceado fascinante, pero la madre naturaleza nos tenía preparada una sorpresa. Enero ha estado oscilante, con frío y lluvias aisladas, para alternar con una ardiente ola de calor, como la que nos afectó hasta hace pocos días. Por lo mismo es que me pregunto, ¿qué les gusta más? ¿el sol o el frío?.
Para mí, la respuesta es el frío. Tiene que ver con temas personales y gustos. En verano, he vivido grandes decepciones, tanto a nivel familiar como personal. En este mes de enero tengo dos tristes aniversarios. La separación de mis padres y la muerte de mi mejor amigo, por lo que tengo en sí una sensación negativa con esta estación.
Por otra parte, y volviendo a lo netamente climático, cada vez que “caen los patos asados”, no hay nada que hacer. A menos que tengas la suerte de estar de vacaciones e irte a algún lugar de veraneo con piscina, río, lago o al mar. Salvo esos pocos privilegiados, el resto debemos soportar fundirnos. Las chicas tienen la ventaja de que pueden usar falda, una polera o blusa sin mangas, chalas; pero los hombres estamos condenados por el protocolo. Ni hablar de ir a trabajar con shorts y chalas (aunque sean cerradas). En muchos lugares te miran feo si es que osas llegar con una camisa manga corta.
Convengamos que es lindo pasear en verano y apreciar las bondades de la anatomía femenina. Ver a las guapas chicas de los team que deambulan por las playas y los televisores. Bondades que el resto del año están ocultas bajo numerosas mantas al más puro estilo “oso polar”. Y lejos, lo mejor de la época estival es que el día es más largo y, por fin, uno puede llegar del trabajo a hacer algo. Salir a pasear con sus hijos y/o mascotas, relajarse un rato con su señora, juntas con los amigos y no ser un esclavo del clima ni del reloj, como pasa en invierno
Insisto, pese a todo lo anterior, me sigo quedando con el invierno. Comer comida casera, alta en calorías: sopaipillas, sopitas con un poquito de ají, pantrucas y muchas otras. Quedarse en casa también tiene sus ventajas, sobre todo cuando el niño se duerme. Uno puede regalonear de otra forma. Da gusto quedarse acostado, pasando el frío “haciendo cucharita" y otras cosas. Tomar un chocolate caliente y ver películas, después de llegar todo mojado tras la lluvia. El frío tiene la ventaja de que en algún momento se te quita. No es necesario ponerte kilos de ropa, sino “saber combinar las capas”. Algodón o polar como segunda piel, luego la camisa o blusa habitual, un chaleco, ojalá de lana y una chaqueta o impermeable. No hay porqué parecer oso polar y ponerse mil cosas que deforman (entre nos, nada peor que esas parkas tipo “Michelin” que estuvieron de moda el año pasado. Todos, absolutamente todos, pierden la forma). En fin, creo que la estación antagónica al verano es la mejor. El frío se te puede pasar solo, gracias a un café, una manta, un chaleco o con compañía… pero al calor, no hay con qué darle.
Por mi parte, gracias enero por no ser tan despiadado en cuanto a las temperaturas. Sobre todo los hombres, te lo agradecemos.