Luego de casi una década enfrentados a la sequía, el 2016 promete ser un año a lo menos normal en cuanto a las precipitaciones. “Normal”, según el patrón histórico de Santiago, que oscila entre los 100 y 200 mm de agua caída al año. ¿Por qué? se preguntarán ustedes. Desde mi humilde tribuna, quiero contarles que hay ciertos indicios que alimentan mi tesis.
De partida, si tomamos como referencia la antigua creencia de que los 12 primeros días de enero son el reflejo de cómo se comportará el clima durante el resto del año, llegaremos a la conclusión de que será más bien gris y con tres meses de lluvia, algo que no ocurre hace largo tiempo. Si comparamos con el año pasado - donde tuvimos el julio más caluroso de la historia y sólo contabilizamos un par de episodios de lluvia en agosto y septiembre (que no alcanzaron para llenar embalses, ni menos para frenar el déficit) - un poco más de agua sería muy bienvenido.
Por otra parte, les comentaré que llevo 6 años viviendo en departamentos, después de casi tres décadas de habitar en casa, con patio trasero y antejardín. Primero fue en un cuarto piso y ahora en un tercero, pero ¡nunca había visto hormigas como ahora!. Parecen una plaga. Si, por ejemplo mi perro se quiere comer un hueso, tengo que lavárselo o desecharlo, porque las colonias de invasoras se meten por todos lados. Hasta en el baño he tenido que lidiar con ellas. Según la gente de campo, si las hormigas están desesperadas por alimento, es señal de que se viene un año lluvioso ¿Será cierto? Aún tenemos más de 350 días, para saberlo.