Me cambié de trabajo hace como 9 meses, porque quería algo estable. ¿Esperaba que fuese tan aburrido y monótono? No. Pero quería un trabajo que me pagara siempre lo mismo y tuviera un horario fijo. Sé que suena tonto, pero en mi pega anterior no tenía nada de eso. Aunque el trabajo en sí era increíble y lo pasaba muy bien, todas las otras cosas me hicieron querer dejarlo.
Y el día que llegué, entré con dos cabros. A uno, para mi sorpresa, ya lo conocía y fue grato reencontrarlo. El otro me pareció bastante... alternativo. En general tengo una mente bastante abierta cuado se trata de otras personas, pero al ver a este niño (porque era a todas luces más joven) con el pelo largo casi hasta la cintura, vestido de jeans y Converse (cuando todos los demás estábamos formales), lo primero que pensé fue "wow... estas nuevas generaciones de verdad que se rebelan contra el sistema"
Como teníamos trabajos nada que ver, no volví a verlo ni a pensar mucho en él. NI siquiera nos sentábamos cerca. Un par de veces tuvimos que consultar unos datos, pero lo hicimos por el chat interno de la compañía. Realmente, contacto mínimo.
Hasta que un día, me cambiaron de puesto y quedé a 2 de distancia de él. Ahora ya nos saludábamos al llegar, y conversábamos más, porque estábamos cerca. Además, dado que el trabajo es muy aburrido, nos pasábamos el día entero hablando por el chat. Cambiamos números, y además empezamos a hablar por WhatsApp. Ingenuamente, pensé "oh, supongo que ahora además somos amigos".
Un día, empezamos a hablar de nuestros ex, de relaciones en general, y llegamos al tema de hace cuánto no teníamos sexo. Voy a admitir, con algo de admiración, que su número de meses sin nada era altísimo y me pregunté cómo era posible que se aguantara. Y una cosa llevó a la otra (supongo): de pronto nació la idea de que, ya que los dos estábamos con ganas ¿por qué no darle no más? (Aclaración: la idea fue suya)
Ok, voy a confesar que aunque el hombre no era para nada, nada mi tipo, igual tenía su qué. Con los tatuajes y el pelo largo resultaba un tanto atractivo. Empecé a pensarlo, porque una parte de mí cree a pies juntillas que no hay que despreciar este tipo de oportunidades (nunca se sabe lo que se puede descubrir) Pero la otra estaba segura de que era una pésima idea.
Eventualmente me convencí de que necesito más experiencias en mi vida, y dije que OK. Pero todavía con la duda. No voy a mentir aquí: no estoy segura de que haya valido la pena. Fue a mi casa, una cosa llevó a la otra (después de un par de chelas para relajar la cosa) y creo que los dos estábamos dudosos. No fue lo mejor (ni de cerca), y no me pareció que para él fuera gran cosa tampoco. Pero ya estaba hecho.
El trato había sido una sola vez y ya. Lo que no había sopesado en la decisión (que parte de mí lamenta), es que ahora tenía que aguantar verlo sentado cerca todos los días. Recién ahí pensé "sí... fue una pésima idea"; cada vez que lo miraba pensaba "Dios, me vio sin ropa" y me daba una vergüenza indescriptible.
¿Me arrepiento? Cada vez menos. Debe ser porque ya no tengo que verlo a cada rato. Pero aún así, tomé la decisión de pensar mejor las cosas y no decir a todo que sí, sólo porque está ahí. Fue una lección de vida.