Tengo que admitir que soy demasiado regalona, ¡y me encanta! No hay nada mejor que hacerse cariñito todo el día mientras comes unos bombones y ves una película romántica… ¿o es muy mamón lo que estoy diciendo?
Bueno, dejando las películas románticas de lado por un momento, regalonear y mimarse mutuamente con la pareja (o con las amigas, ¿por qué no?) es algo simplemente exquisito. Y dentro de todos los cariños posibles, el que a mí más me gusta ¡es el cariño en la espalda!
Oh sí, es increíble, sin lugar a dudas. Y es que cuando alguien comienza a acariciarnos nuestra espalda, nos ponemos igual a una gatita que está recibiendo el mejor de los regalos. Y a excepción de uno que otro masaje en los hombros para nuestras tensiones acumuladas, creo que ésta parte de nuestro cuerpo es bastante olvidada.
Recuerdo que a mi último pololo le encantaba que le rascara la espalda (aquí entre nos, era su pequeña debilidad). Siempre se tiraba en la cama, boca abajo, y comenzaba a gemir como un cachorrito: “quiero cariño”, me decía. Entonces yo ya sabía qué hacer. ¡Y pobre de mí si me cortaba las uñas! Eso era lo que más le gustaba. No pasaban ni cinco minutos y ya estaba completamente dormido.
Un día me picó el bichito de la curiosidad y quise saber qué era lo tan maravilloso del cariño en la espalda (aunque no lo creas, ¡nunca me habían hecho!). Y entonces lo supe. Aunque no puedo decirte con exactitud porqué esta pequeña cosa increíble es tan maravillosa, sí puedo decirte que provoca muchas sensaciones. No es lo mismo que un masaje, sino que es algo distinto: nos sentimos tal como un cachorrito al que le están sobando el lomo. ¡Felices y contentas!
Y a ti, ¿te gusta el cariño en la espalda?