Con el Pipe éramos amigos desde siempre y le tenía un gran cariño. Conocía su casa, a sus viejos y todas sus mañas. Siempre celebrábamos nuestros cumpleaños juntos y en las vacaciones nos íbamos en patota a la playa. ¡Era una linda amistad!
Un día, sin embargo, se me declaró. Hace tiempo andaba un poco raro y finalmente supe por qué: estaba enamoradísimo de mí, ¡y profundamente! Y si soy sincera contigo, igual sospechaba algo. Y es que las mujeres siempre sabemos cuando un amigo está flechado de nosotras. El problema es que a mí no me pasaba nada con él, y tuve que rechazarlo. Fui clara y muy tajante: “te quiero, pero como amigo”.
Y aunque nuestra amistad continuó, se distanció un poco de mí. Y no era para menos. Yo le di espacio y tiempo, esperando que las cosas volvieran a ser como antes. Y así fue: las cosas volvieron a ser como eran, ¡porque se puso a pololear con otra chica!
Al principio yo estaba súper feliz por él, y me alegraba mucho que por fin volviéramos a ser los amigos que siempre fuimos. El gran “pero” surgió cuando comenzó a hablarme de su nuevo amor, y de lo maravillosa que era. Los celos comenzaron a invadirme y la sangre me hervía. Simplemente ¡no soportaba verlos juntos!
Claro que nunca le dije nada a él. Hubiera sido muy hipócrita de mi parte, si hace poco tiempo lo había rechazado. Sin embargo, así fueron las cosas: cuando mi amigo se puso a pololear, supe que me había enamorado de él. Lo sé, lo sé. Tengo un corazón caprichoso.
En fin, el tiempo siguió pasando y la historia de amor de mi amigo llegó a su fin. Yo estaba feliz como una lombriz, y tenía claro que ésta era mi oportunidad. En el fondo sabía que no se había olvidado de mí, y tenía todas las de ganar.
Llegaron las vacaciones y, como siempre, armamos un grupo y nos fuimos a mochilear al sur. Yo me mostraba atenta y cariñosa como nunca, dejándole en claro que estaba interesada en él. Y un día, mientras estábamos caminando, le tomé la mano. ¡Mi corazón estaba latiendo a mil por hora! Esa misma noche nos dimos nuestro primer beso y, apenas llegamos a la ciudad, me pidió pololeo. ¡Qué felicidad!
Y a ti, ¿te ha pasado algo parecido?