"Relatos de una mujer borracha", la biografía novelada de Martina Cañas, está rompiéndola entre las chilenas. Agotado tanto en línea como en las librerías, ya va por su segunda edición. ¿Qué piensa Martina de ello y cómo lo ha tomado? Eso y algunas otras cosas, nos cuenta en esta pequeña entrevista vía Facebook.
Martina: primero darte las gracias por compartir con nosotros parte de esta experiencia como escritora. Ésta es tu primera novela, sabemos que surgió en un momento de liberación por Internet. ¿Ha causado ese efecto? ¿Cómo te sientes con todo lo que se ha formado en torno a ti?
Es heavy porque al comienzo, los primeros 6 meses quizás, habían hartos comentarios más tranquis del tipo "jajajaja" o "qué loca estás, que divertida eres" y en la medida en que las seguidoras fueron siendo más y más, de alguna forma siento que nos dejamos de sentir tan solas y empezó a haber más participación del tipo "a mí me pasó lo mismo" o "no pudiste expresar mejor mis pensamientos". Y ya, ahora el último tiempo todo se desvirtuó pero para bien, porque hay muchas que en los mismos post cuentan sus más íntimas experiencias, ellas… esas mujeres, son más valientes que yo. Botón de muestra fue la intervención de una chica, que en un comentario posteó algo así como “Amiga, mi pololo actual a veces se porta tan mal, que me dan ganas de gorrearlo”. Acto seguido el pololo le pinta el mono por haber escrito eso; acto final ella termina con él porque se da cuenta que es un bueno pa’ ná y comienza a ser feliz. Fin. Cosas así pasan. Yo me siento alegre, me gusta la idea de pensar que esto es una comunidad donde todas comparten e interactúan; no me gusta sentir que soy la líder. Mucho menos una gran escritora, yo escribo las cuestiones que se me pasan por la cabeza nomás.
En tu libro y en Facebook, gran valor de lo que cuentas viene de la sinceridad de la narración, —aún sabiendo que usas un seudónimo— ¿Cómo se lo toma tu familia, María y otros de los aludidos? ¿Te han reconocido? Porque más que una novela, nos cuentas tu vida (con detalles cómicos, pero al final es tu privacidad).
Mi familia no tiene idea. Creo que les contaré mucho más adelante. Si ellos supieran que soy yo, empezaría a tener más precaución respecto a lo que escribo. Digamos que mi papá no se sentiría muy orgulloso sabiendo que su hija tiene complejo de Mario Bros y anda por el mundo disfrazada de zorrita saltando de callampa en callampa. La María sabe, porque fue la que me ayudó a difundir esto al comienzo, pero tenemos un pacto; si ella cuenta pierde mi amistad y subiré al fan page unas fotos de ella donde no aparece con mucha ropa. Una vez, unas compañeras de oficina me descubrieron, porque en un post hablaba una situación que me dejaba en evidencia. Pero cuando me preguntaron si era yo, sólo las miré fijo, sin esbozar ni media sonrisa y les pregunté qué se habían imaginado ellas al venir a imaginar que yo, Santa Martina, podía perder el control con el copete. Además, sé que una de ellas engañó al marido con otro compañero de oficina, así que ahora cada vez que la saludo, la miro como diciéndole “no te metas conmigo perrita, que si vienes por copete, te daré del más barato cosa que la caña te dure toda una vida”.
Uno se ríe de tus vivencias, pero en el fondo el punto en común es el alcohol y hay muchas que al menos en una etapa han vivido lo mismo que tú. Ahora que todo esto ha salido a la luz, ¿era tan mala la idea de ir al psicólogo cuando niña? ¿Crees que algo pudo ser distinto? ¿Te ayudó ir?
Yo no sé sí era mala idea, sólo sé que la psicóloga espantó a mi mamá porque le dijo que yo prácticamente estaba para una extremaunción, porque mi enfermedad mental era incurable y tenía apenas 7 u 8 años, ¿cachai?. O sea, lo que yo tenía era exceso de Coca Cola y azúcares, eso era todo. Me ayudó ahora de mayor: después de varias pelás de cable incomprensibles, del tipo ¿por qué hice lo que hice si se supone que tengo cerebro? decidí buscar ayuda profesional. Después de probar con dos psicólogas, conocí al tercero, un hombre que además de ser mino, era seco en lo que hacía. Todas las sesiones nos cagábamos de la risa porque yo me ponía coqueta, él se ponía nervioso y me lo hacía saber. Eso me ayudó a entender que igual tengo que ser menos entregá, tengo que saber poner más límites. Antes de conocerlo, yo siento que a mí se me fugaban las ideas –los enanos también– y gracias al trabajo que hicimos juntos ahora soy menos loca, recuperé a un par de enanos, pero esos que se fueron lejos - los que están en Alaska - me mandan postales de vez en cuando diciendo que no volverán, están dolidos.
Respecto a la Martina Fiestera, sabemos que ahora estás en un emprendimiento de eventos para que las chicas lo pasen bien y sin culpa. Te has vuelto una especie de “Canitrot” femenino. Cuéntanos ¿Cómo sería el carrete de tu vida? ¿Dónde lo harías, qué traguito sería el ideal, en compañía de quién? y ¿cuál es el mejor remedio para la caña?
La fiesta ideal, sería una pre pre pre con las amigas, que parta tempranito para cahuinear un rato, sacar el tejido y empezar a prender el horno. Después, una pre pre a eso de las 20:00 hrs., para que empiecen a llegar las y los amigos más lejanos, esos que traen los destilados. Finalmente, a eso de las 22:00, que parta la pre oficial, con los amigos, los no tan amigos y los paracaidistas, para terminar bailando por ahí y en el mejor de los casos tener algún encuentro del tercer tipo.
Esa sería mi fiesta ideal realista, pero la fiesta irreal utópica, es poder bañarme en una piscina de piscola, tocar una campana y que vengan varios cochinos de distintas nacionalidades, colores y tamaños, que me abaniquen y me hagan masajes. Eso te podría contar, el resto lo dejo para fantasear conmigo en la intimidad de mi choriquaquer.
Para cerrar, en este libro nos das algunos consejos —como el bautizo con gotitas de cloro—, y ya son muchas las que se sienten identificadas contigo. ¿Qué les dirías a ellas, a esas borrachas aún anónimas que andan por la vida?
Mi respuesta políticamente correcta es que de los errores se aprende, así que sientan que sus problemas y cagazos son oportunidades de mejorar lo que está mal; son desafíos. Mi consejo políticamente incorrecto, es que paren el hueveo y maduren cabras de mierda.
Y así despierto a veces, mirándome al espejo y tratándome a garabato limpio por suelta, y después entablando una conversación conmigo misma intentando darle un significado a todo lo que hice la noche anterio. Paso un rato palabreándome, para posteriormente iniciar mi ritual de sanación para la depresión postmaraca. Si quieren saber en qué consiste, tienen que comprar el libro, que además de ser barato, les aseguro que se van a cagar de la risa. Si no se ríen, no les pienso devolver la plata eso sí; si no se ríen, es porque a sus vidas les falta un poquito de copete.
Si aún no eres parte de este fenómeno, no te quedes fuera. Puedes acceder a él por cerca de $9000 en librerías y un poquito menos por Internet.
Agradecemos a Martina y le deseamos mucho éxito este 2016.