Sé que este es un tema tabú (¡y el sueño de muchas!), pero me muero de ganas por contarte mi historia. Cuando recién entré a la universidad estaba muy emocionada por conocer gente nueva, sobretodo chicos guapos. Recuerdo que mi primer día de clases me senté a fumar en una banca con una simpática niña que había conocido, y ahí fue cuando lo vi.
Era alto y algo mayor, pero no tanto. Tenía bigote y esa aura de hombre que se jura mino. Pero igual me gustó (o quizás, ¡eso fue lo que más me gustó!). Cruzamos miradas y nos sonreímos. Fue una lástima que tuviera que partir a clases, pero esperaba volverlo a ver.
Y claro que así fue. Lo volví a ver a los cinco minutos, cuando entró a la sala de clases. Y no, no era mi compañero, ¡era mi profesor!
El semestre pasó volando y con mi profe agarramos mucha confianza. De hecho, lo tenía en Facebook y en WhatsApp. Cuando las clases terminaron y ya no era oficialmente mi docente, me invitó a una tocata que su banda daría en un conocido pub. ¿Verdad que era irresistible?
Fui y lo pasé genial. Cuando terminaron de tocar me invitó unos tragos y nos quedamos conversando hasta que las velas no ardieron más. ¡Era tardísimo! Como ya no podía llegar a mi casa, me ofreció pasar la noche en su departamento. Ah, y todas sabemos lo que eso significa. Y como las oportunidades hay que aprovecharlas, le dije que sí.
Pensarás que estaba nerviosa, pero la verdad es que me había tomado hasta el agua del florero. Llegamos a sus aposentos y comenzamos a besarnos. ¡No me la podía creer! Me estaba besuqueando con mi profesor, el más mino de la universidad.
El resto de la historia lo dejaré a tu imaginación. La verdad, estuvo bien. No espectacular como me hubiera gustado, pero supongo que tenía demasiadas expectativas. A la mañana siguiente (en verdad, a las horas después), me preparó un delicioso desayuno. Nos quedamos conversando otro resto y después me fue a dejar a mi casa en su auto. Aún conversamos de vez en cuando pero, para los dos, fue sólo una aventura.
Y a ti, ¿te ha gustado algún profesor?