Quizás te resulte difícil de creer, pero a mis 24 años seguía siendo muy “discreta” en el amor. Recuerdo haber dado un par de besos durante la universidad, pero nunca llegué más allá de eso. Y de pololeo, ¡ni hablar!
Y no es que no quisiera, es que simplemente las cosas no se habían dado. Todas mis amigas eran parecidas a mí, y me sentía cómoda al respecto. Mi eterna soltería nunca fue tema, y debo confesarte que hasta me gustaba un poquito ser así de especial. Pero el tiempo fue pasando, conocí personas nuevas y el encanto de mi “pureza” fue perdiendo su gracia.
Cuando conseguí nuevo trabajo me hice de un grupo nuevo de amigas bastante locas. Todos los fines de semanas iban a las discos a bailar y a tomar. Al principio rechazaba sus invitaciones cordialmente, pero con el tiempo me dieron ganas de pasarla bien y relajarme como corresponde.
Así que acepté la invitación y fui con mis nuevas amigas a bailar. Dejamos los pies en la pista y aprovechamos a concho la barra libre. Lo más atemorizante de todo era que el lugar ¡estaba lleno de hombres! Sin mentirte, cada una de nosotras podría haber tenido su propio harem personal. ¡Qué nervios!
De pronto una de mis amigas se acerca y me susurra al oído: “mira a ese chico de ahí, es muy guapo, ¿no?”. Entonces miro hacia adelante y, efectivamente, ¡era guapísimo! ¿Y te has fijado que cuando miras a alguien intensamente, esa persona también te mira a ti? Pues justamente eso fue lo que pasó. Cruzamos miradas con el guapo galán, y no pude evitar dejar escapar una risita nerviosa.
Él también estaba con un grupo de amigos, y nos miramos varias veces durante la noche. ¡Pero no atinaba a acercarse! Y a mí me daba mucha plancha hacerlo. Por suerte mis amigas cacharon todo, y me propusieron ir a hablar con él para que me sacara a bailar. Después de negarme un buen rato, finalmente accedí. Fueron a hablar con el chico en cuestión y, por fin, se acercó a mí.
¿Qué onda los hombres tímidos de ahora? En fin, me sacó a bailar y, si no fuera por todo lo que tomé, me hubiera muerto de vergüenza. Se fue acercando poco a poco, hasta que finalmente me robó un beso. Y, debido a mi estado etílico, yo agarré papa también. ¡Nos manoseamos enteros! Algo totalmente algo nuevo para mí. Pura diversión, ¡y cero rollos!
Y tú, ¿has pinchado en una disco?