Creo que en un comienzo todos los quiebres son dolorosos. Se nos parte el alma y queremos dar vuelta la página lo más rápido posible, sobre todo en aquellos casos en los que nuestro amor no bastó para continuar la relación. Con el pasar de los meses, sin embargo, nos damos cuenta que todo fue como debió ser. Las heridas sanan y somos capaces de mirar atrás con madurez y perdón. Aun así, todas tenemos una relación que quisiéramos olvidar, pues no logramos sacar nada en limpio de ella. Y yo no soy la excepción.
Llevaba mucho tiempo soltera y me sentía lista para entregar mi corazón. Quería enamorarme y vivir una historia de amor. Y cuando lo vi por primera vez, supe de inmediato que era el hombre que había estado esperando. Nos conocimos en la despedida de un amigo que teníamos en común, y la química fue instantánea. Coqueteamos toda la noche y, finalmente, intercambiamos números. Conversábamos todos los días y decidimos comenzar a salir oficialmente.
La verdad, me sentía dichosa. ¡Todo era perfecto! Le hablé a todas mis amigas de él…. ¡hasta a mi mamá! Pero justo cuando estaba más entusiasmada, mi cuento de hadas se terminó. “Tenemos que hablar”, me dijo. Y nunca imaginé lo que me diría a continuación: me dijo que hace tiempo estaba saliendo con otra chica, y que quería hacer las cosas bien. Terminaría conmigo y empezaría a pololear con ella.
¡Qué patán más grande! Pero mi historia no termina ahí. A pesar de lo imbécil que era mi galán, yo lo seguía amando. Y cuando me buscó, semanas después, no le pude decir que no. ¡Me convertí en sus patas negras! Pero como un patán siempre es un patán, no pasó mucho tiempo antes de que me volviera a patear. Yo le rogué que no lo hiciera, porque estaba segura de que era “el hombre de mi vida”. Hasta le escribí un testamento gigante por Facebook, terminando con la frase cliché, “te esperaré”.
Ah, querida amiga, ¡qué manera de arrastrarme! No sé en qué diablos estaba pensando. Me arrepiento tanto de todo lo que hice, y dije. Definitivamente, es una relación que quisiera olvidar. No sólo por el mal rato que aquel pelotudo me hizo pasar, sino también porque tuve que recoger mi dignidad del suelo.
Y tú, ¿quisieras olvidar alguna relación?