¿Se han fijado que las noticias usualmente nos ponen de muy mal humor? Así es, ya que en su afán por tener mayor rating - o lectoría, según sea el caso - se suele priorizar aquellas que suscitan mayor inquietud, con el consiguiente interés por saber más que éstas generan. El resultado es que quedamos con la sensación de riesgo inminente, que nos acompaña dondequiera que vamos.
Del mismo modo, estar en permanente conexión con plataformas como Facebook, comparando nuestros sueños inconclusos con los logros que otros muestran al mundo, también produce en nuestro interior una ansiedad constante. Sentimos que la vida está sucediendo en otra parte, lejos de donde estamos; quizás en la maraña de datos que Internet nos transmite. Mientras, nos sentimos sitiadas en el mismo punto de inacción y estancamiento en el que - pensamos - estaremos forever.
Por ello, tomar unos instantes para entrar en comunión con nosotras mismas resulta totalmente recomendable. Dejar en casa el celular, con sus alertas incesantes de nuevos mensajes, y sintonizar una buena película - o mejor aún, “devorar” un libro fascinante en la hora del noticiero - son cosas que nos devuelven a nuestro centro, encontrándonos de frente con lo mejor que tenemos: la propia esencia. Es así que podemos reflexionar sobre la vida y darnos cuenta de cuán contaminadas estamos por la infatigable información que a diario recibimos. ¿Cuándo fue la última vez que nos detuvimos a pensar en cuál era el rumbo que queríamos tomar, sin importar el de los amigos de Face o lo “socialmente correcto”?. Seguro que fue hace mucho.
Si estás en tu ciudad de origen, inmersa en la rutina, te invito a desconectarte por unos momentos. No se trata de aislarte en una burbuja, sino de tomar un respiro. Deja a un lado cualquier tipo de artilugio tecnológico y céntrate en lo que te rodea. Te darás cuenta que la vida no es lo que pasa lejos de ti, sino lo que está frente a tus narices mientras lees el diario o miras tu Facebook.