¡Vacaciones! El periodo que esperamos ansiosamente durante todo el año, para recargarnos de energía y huir del estrés cotidiano. Por supuesto, también de los tacos y el gentío que caracteriza a las grandes ciudades (particularmente Santiago). Sin embargo, no son pocas las veces que en nuestro paradisíaco destino, encontramos una invasión de “vecinos” a destajo. ¿Cuál es la solución, entonces, si las grandes masas de gente parecen seguirnos? Pues tomar el anhelado asueto en marzo.
Sé que la idea, en una primera lectura, no suena demasiado atractiva: acostumbramos llegar a diciembre con el síndrome de Olguita Marina causando estragos en nuestro mundo, contando los días para tomar un bus (o el auto) y olvidarse de todo. Pero llegamos a nuestro destino, para - sacando edificios y un poco de concreto - encontrarnos con un escenario parecido: arriendos no disponibles, largas filas de supermercado, tacos rumbo a la playa, etcétera. Desde esta perspectiva, tomar vacaciones en marzo se lee prometedor. Primero, porque la industria del turismo, ante la baja demanda, ofrece tarifas muy ventajosas. Segundo, porque tendremos un auténtico descanso, con la playa para nosotros y sin grandes tumultos de gente.
Suena y es genial. Basta que revises las rebajas que el transporte y la hotelería presentan en dicha temporada. Si amas los teams de verano, las summer party y los cuerpos bronceados de los promotores, sin duda esta alternativa no te gustará. Tampoco si eres mamá, pues marzo coincide con el retorno de los estudiantes. Pero si no tienes compromisos en esas fechas y quieres algo “piola”, donde puedas estar en absoluta conexión con la naturaleza, entonces ¡piénsalo!. Disfrutarás por 2 meses de tu ciudad descongestionada, para luego volar hacia la libertad (y justo en el mes de mayor estrés). Además, tu bolsillo lo agradecerá.
Y bien, ¿te tinca veranear en marzo?