Seré honesta con ustedes: supe de la muerte del príncipe Mustafá (en “El Sultán”) hace bastante tiempo - aún más, ¡ya terminé la serie! - pero ver nuevamente esas imágenes a través de Canal 13 era un must. Por supuesto, llorar por el suceso una vez más también resultó inevitable. Pues sí, me golpeó y bastante. ¿Por qué? Como habrán notado las fieles seguidoras de esta magnífica producción turca, él era “el personaje” masculino de la serie. Algo así como la manzana más alta del árbol: un hombre de esos difíciles de encontrar, pero como todas quisiéramos. Ignoro si el verdadero Mustafá habrá tenido estas cualidades (por si no lo sabían, es una historia verídica), pero a continuación les presento mis razones para considerar que este hombre ¡era lo más!:
1. Su lealtad: Este alto valor, que cuesta horrores encontrar en las personas, fue la causa de su lamentable deceso. Aún teniendo el poder y los recursos - financieros, humanos, etc - para ascender al trono y derrocar a su padre, prefirió confiar en él y mantenerse fiel. Aún cuando sus cercanos sospechaban que su triste final vendría de la mano de su progenitor, él prefirió la confianza y lealtad. ¿Quién no querría a un hombre que, contra viento y marea, permanezca firme en su amor y convicciones?
2. Consecuencia y gallardía: Este príncipe otomano destacó por su valentía en el campo de batalla - que le valió el respeto de los jenízaros -, así como también la consecuencia que guió cada uno de sus actos. Se casó con Mihrunissa, el amor de su vida, aún cuando aquello le estuviera vetado. Tomó decisiones con su buen corazón y sentido de justicia, aún cuando fueran políticamente incorrectas, y se mantuvo neutral ante las intrigas de su familia (incluída su cizañera madre). ¡Verdaderamente admirable!.
3. Nobles sentimientos: Un atributo indiscutido de este notable personaje, fue su gigantesca capacidad de amar y su constante preocupación por ser justo. Amaba a sus hermanos, aún cuando el temor y la desconfianza laceraba los corazones de toda la dinastía. Se preocupó de encargar al fiel Atmaca la protección de su hermano Bayaceto, fue un referente para Mehmed y Selim - a quien incluso rescató de las barracas jenízaras - y ganó el incondicional afecto del tierno Cihangir. El pueblo otomano lo adoraba, pues administraba justicia sin miramientos. Lamentablemente, la traición vendría nada menos que de Mariam, su querida hermana.
4. Inteligencia: Si este príncipe no hubiera sido asesinado - y fue tal como lo muestra la novela - seguro que en estos días estaríamos orando en dirección a la Meca y hablando en idioma turco-otomano (todo pasa por algo). Y es que era un político hábil y astuto, además de infinitamente poderoso, al contar con el favor de todo el ejército. Podría haber sido un Sultán aún más magnífico que el mismo Suleiman (quien estaba plenamente consciente de ello).
5. Guapo: La interpretación del atractivo Mehmet Günsür suma miles de puntos a todo lo descrito. Este actor de 40 años - sí, aunque no los representa - es considerado uno de los mejores de Turquía, y vaya que sobran razones para tal apreciación. A través de sus ojos, podíamos ver la esencia de este personaje fuerte, gallardo, noble e incomparable. La escena en que se prepara para enfrentar a la muerte, con la melodía “Zahit bizi tan eyleme”, eriza la piel hasta de las más frías.
Dicho lo anterior, no me queda más que lamentar que la muerte de este ¡tremendo personaje! fuera orquestada ni más ni menos que por nuestra querida Hürrem. Y aunque podamos perdonarla y comprenderla, la ausencia de este príncipe sí que se notará en la trama. ¡Que Alá lo proteja y lo reciba en su reino!
Y bien, seamos sinceras: ¿cuántas de ustedes quisieran encontrar a un hombre como él?